Lo aclaman, le gritan y lo jalonean

MORELIA, Mich., febrero 17 (EL UNIVERSAL).- En un intento más del papa Francisco por acercarse a los jóvenes católicos, éstos fueron los protagonistas del primer percance del Pontífice en su visita a México. Fuera del protocolo, al momento en el que se acercó a saludarlos una mano lo jaló hacia la multitud, de no ser porque se apoyó en una silla de ruedas el religioso argentino habría resbalado, como le ocurrió al solideo que porta en su cabeza.

Un Mario Bergoglio —como poco se le ha visto en público— lanzó entre el sonrojo y el enojo: “¡No seas egoísta! ¡No seas egoísta!”.

Sorprendidos, también los guardias del Vaticano entrevieron y ayudaron a Francisco, al mismo tiempo que pedía calma. Al reincorporarse retomó los saludos a quienes estaban en esa primera fila del Estadio José María Morelos y Pavón.

Jorge Mario Bergoglio salió del estadio a bordo del helicóptero que lo llevaría a la Ciudad de México. Antes de alejarse de ese estado, la aeronave sobrevoló dos veces el coloso.

Los 81 mil jóvenes y quienes estaban en el espacio habilitado en el entorno del complejo deportivo le respondieron agitando sus pañuelos, banderas de las diócesis que representaban y las linternas de sus celulares como señal de despedida.

La interminable espera. Los jóvenes que asistieron al evento pasaron la noche acampando a las afueras del estadio. Las energías no decayeron; al contrario, las porras y los cantos tuvieron representantes de todo el país, al grado de hacer retumbar cada rincón del Coloso del Quinceo.“Papa Francisco, ya eres mexicano”, “Se ve, se siente, el Papa está presente”, gritaban eufóricos, agitando matracas y pañuelos de colores.

Los jóvenes de todo el país se encontraban ansiosos por escuchar las palabras de aquél a quien han llamado “el mensajero de los jóvenes para que regrese la paz”.

Expectantes ante el discurso que daría, volteaban de un lado a otro para avizorar la llegada del Pontífice. Conforme pasaban los minutos, los ánimos incrementaban y la gente se aglutinaba en las vallas colocadas para resguardar el paso del obispo de Roma. Los voluntarios batallaban para contener la euforia de los asistentes, gritaban una y otra vez que se mantuvieran dos pasos atrás del límite de seguridad.

Una señora que llevaba cargando a su hijo de 14 años, quien padece parálisis cerebral, buscaba acercarlo a la valla para que cuando el papa Francisco pasara lo saludara; sin embargo, no pudo abrirse paso entre la multitud, la cual a empellones la llevaba...

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