'Tengo que aceptarme como soy'

(Material transmitido por el Servicio de Sindicado)Perla MirandaCIUDAD DE MÉXICO, diciembre 8 (EL UNIVERSAL).- "¡Tírale, Goyo, dale sin miedo!", se escucha en la cancha llanera Hugo Sánchez. Entre el polvo, otros jugadores y su entrenador, Gregorio intenta tirar a gol con la única pierna que tiene.

Apoyado en sus muletas, no deja de correr, pide el balón, no le importa ser el único del equipo sin una de sus extremidades, imagina que está representando a México como lo hizo en el Mundial de Futbol de Amputados realizado en San Juan de los Lagos, Jalisco, en donde el equipo nacional quedó en cuarto lugar.

"Estar en una cancha me hace sentir vivo, más cuando recuerdo que tuve la oportunidad de representar a mi país, creo que para todo deportista es el honor más grande, pero voy por más", dijo a EL UNIVERSAL.

En las bancas del deportivo ubicado entre avenida Del Mazo y Cien Metros, su esposa e hija le echan porras, el deportista admite que son su mejor motivación: "Quiero ser el ejemplo para ella [su hija], que vea que todos somos iguales, que podemos hacer lo que nos propongamos cuando lo hacemos con el corazón".

Desea que su hija mire a las personas con discapacidad con respeto, igualdad y humanidad, que no se burle ni les haga bullying, como lo hicieron con él cuando era niño: "Era triste que me hicieran a un lado por no tener una pierna, formaban equipos de fútbol y no me elegían, los maestros me limitaban".

A sus 33 años, Goyo se siente pleno, la tristeza del rechazo y el enojo por su destino se alejaron conforme cumplía sus metas. Ahora le da risa pensar que no jugaban con él: "Yo lo hice a nivel mundial [jugar futbol], vi la cancha llena, al final de los partidos nos pedían fotos, es algo que no pensé que viviría y me hace sentir orgulloso".

Accidente. En 1992, cuando Gregorio tenía siete años, viajaba en un autobús con su familia con destino a Acapulco, Guerrero, su papá, licenciado en Educación Física, iba a participar en una competencia. El conductor de la unidad se quedó dormido, el colectivo se volteó y Goyo salió disparado por una ventanilla.

"Me tuvieron que amputar la pierna derecha al nivel de la cadera, como era muy niño no lo asimilé tan rápido, el golpe fue más fuerte para mis papás, a ellos les cambió drásticamente la vida, porque de pronto adquirí una discapacidad".

El deporte se convirtió en la mejor rehabilitación para el menor de edad, sus papás optaron por tratarlo sin distinciones: si quería subir a un árbol le daban...

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