DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

Mi amigo tiene un caballito en la sala de su casa. Es un hermoso caballito de carrusel, grande y colorido. Su presencia domina sobre los finos muebles y las carísimas alfombras, no deja casi ver la gran chimenea, y quita protagonismo a los trofeos de cacería que él ha traído de África, de Alaska, de Mongolia. El caballito lo trajo de Sarasota, Florida. Mi amigo es accionista principal de un banco de Miami, y fue invitado al viaje inaugural de un crucero en el mayor barco del mundo. En ese barco vio una exhibición que mostraba el proceso de fabricación de los caballitos de carrusel. Preguntó dónde se hacían, y le dijeron que el fabricante estaba en Sarasota. Lo primero que hizo al regresar fue ir ahí y encargar uno, pero especial, de lujo. Es el que ahora está en la sala de la casa. A su esposa no le gusta el caballito. Dice que ocupa demasiado espacio. Pero él le ha dicho -en broma, claro- que primero lo saca a él de la casa que al caballo. Y es porque el caballito tiene historia. En realidad la historia del caballito es más bien la de mi amigo. Nació él en un pequeño pueblo mexicano, hijo de padres pobres. De niño andaba descalzo; vestía casi andrajos. La escuela le gustaba, y no faltaba nunca aunque sus compañeros ni siquiera le dirigían la palabra: ellos traían huaraches y no mostraban parches en la ropa. Un día llegó al pueblo un circo que traía "atracciones": la rueda de la fortuna, las sillas voladoras, el avión del amor. Y los caballitos. Los caballitos no eran mecánicos: había que empujarlos. Para eso el dueño contrataba tres o cuatro muchachos que hacían girar el carrusel. Él, aunque era niño todavía, le pidió que lo dejara empujar también, aunque no le pagara. El hombre se encogió de hombros y se lo permitió. El niño era el que empujaba más. Los otros se reían al mirar su esfuerzo. Es que quería hacer bien su trabajo. Al término de la jornada el dueño -que se hacía llamar "el empresario"- les dio 20 centavos a los otros, y 10 a él. Se sintió orgulloso con la moneda. Uno de esos días subió al carrusel un niño rico. Lo vio a él empujando, y al terminar las vueltas les dijo a sus papás que él quería...

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