Miguel B. Treviño / Auténtica solidaridad

AutorMiguel B. Treviño

La indiferencia ante el dolor de los otros profundiza las divisiones, alimenta el resentimiento, nos debilita como sociedad, cancela la posibilidad de rescatar algún bien colectivo de la tragedia.

Es momento para la solidaridad con los mexicanos que han perdido familiares en la ola de violencia que viven algunas regiones del país.

Puede empezar con un gesto -una marcha, un desplegado, una velada de oración-, pero si termina ahí, este acompañar al que sufre no es mucho más que una palmada que dice: "mala suerte: te tocó perder en esta ruleta de la muerte que son Guerrero, Michoacán, Tamaulipas...".

La solidaridad auténtica es trabajo.

Es compromiso en lo concreto para modificar el caldo de cultivo de la violencia.

Es asumir nuestro papel como parte del Estado en su obligación de someter a la barbarie.

Puede sonar contraintuitivo, pero pretender que el país se nos desmorona con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa no tiene nada de solidario.

En un par de meses comprobaremos que las protestas disminuirán y la clase política volteará la mirada al 2015.

Las desapariciones forzadas, los asesinatos impunes, el abuso de autoridad y la falta de presencia del Estado en su tarea pacificadora seguirán siendo la norma, no la excepción.

Es falso que nuestras instituciones "están a prueba", como afirmó el presidente Peña Nieto. Nuestras instituciones ya presentaron el examen y están reprobadas.

No sólo son los casos dramáticos de San Fernando, Tlatlaya, Iguala; son también los cientos de actos criminales que vivimos todos los días y para los que no hay respuesta.

En la lógica de la necesidad de respuestas excepcionales -renuncias, enviados, pactos- Iguala 2014 se llamará de otra manera en 2016 y 2018.

Las instituciones se construyen en otra frecuencia, en la necesidad de establecer buenas rutinas para los órganos del Estado, en protocolos que se cumplen, en la profesionalización de los actores en la cadena de la seguridad y la justicia, en reacciones predecibles e imparciales ante quien viola la ley.

¿Por qué reprueban nuestras instituciones?

Porque en Iguala, como en la inmensa mayoría del país, los policías reaccionan a como se les ocurre: con resentimientos, enojo, miedo, como dicte el capo en control de la corporación o como ordene el alcalde en turno.

Seguimos siendo un país sin policías, nuestro sistema de justicia está en quiebra y la narcopolítica ha ido ganando terreno en buena medida porque el combate a la...

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