¿Siervos de la Nación?

AutorAlejandro Rosas

La cultura del servicio público y de un verdadero compromiso con la Nación estuvo vigente en el siglo pasado entre los hombres que conformaron el Congreso de 1857 y los funcionarios, magistrados y legisladores que gobernaron durante la República Restaurada (1867-1876). Sus calidades morales no eran extraordinarias -honestidad, probidad, lealtad y fidelidad a sus principios-, eran las que todo servidor público debía tener.

Desde antes que México viera consumada su Independencia, la Constitución de Apatzingán de 1814, en su artículo 52, contemplaba las virtudes imprescindibles para el ejercicio del poder. Los servidores públicos debían gozar de "buena reputación, patriotismo acreditado con servicios positivos, y tener luces no vulgares para desempeñar las augustas funciones de este empleo". Otro de sus artículos -adelantado para su época- ponía límites a los excesos del poder, al considerar delito de Estado la "dilapidación de los caudales públicos".

Inspirada en los Sentimientos de la Nación de Morelos, la célebre Constitución de Apatzingán nunca entró en vigor. La Guerra de Independencia lo impidió. Las ideas, sin embargo, eran las de un hombre que entendió cuál debía ser la responsabilidad del político frente a la Nación aún antes de que naciera a la vida independiente. Era el compromiso serio y real de un jefe insurgente que se vio a sí mismo como "Siervo de la Nación": José María Morelos.

Los pocos presidentes que pudieron ejercer el poder sin verse amenazados por revueltas y golpes de estado lo hicieron con probada honestidad y cultura de servicio. En el Siglo 19, los casos de enriquecimiento ilícito, la realización de negocios privados a costa del Estado o el tráfico de influencias fueron la excepción, no la regla.

Bajo la célebre máxima "poca política, mucha administración", Porfirio Díaz enterró la tradición de la lealtad del político con sus principios, del servicio público eficiente, honesto e independiente en todos sus niveles. 34 años de dictadura bastaron para minar la ética de los servidores, propiciando el servilismo y la lealtad incondicional de la burocracia hacia el sistema porfiriano.

Durante el Siglo 20, el "porfirismo colectivo" -en palabras...

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