O qué... ¿Te da frío?

AutorCitlali N. Ibarra, Berenice Andrade, Noé Sotelo, Miguel Tovar y Cecilia Rosen

Aunque algunos de nuestros reporteros argumentaron ser fumadores ocasionales y no tener muy buena condición física, les encomendamos la misión imposible de convertirse en la versión chilanga de "Survivor" durante un fin de semana. Les encargamos, pues, practicar deportes extremos. Ellos, muy obedientes, partieron en busca de los mejores lugares cercanos a la Ciudad donde hacer rafting, escalada, rapel, caminata nocturna, buceo y gotcha.

Aquí está la constancia de que cumplieron su cometido: cinco crónicas con el recuento de los daños, que ni fueron tantos, y nuestras mejores recomendaciones para huir de esta lluviosa urbe y disfrutar lo que queda de las vacaciones con una buena dosis de adrenalina.

Con R de rapidito

Ni remolinos ni rocas afiladas pudieron doblegar mi inexperta voluntad, una vez arriba de la balsa estaba decidida terminar el descenso victoriosa

Citlali N. Ibarra

"¡Derecha!", "¡adelante!", "¡izquierda!", "¡atrás!", "¡vamos, "mojcopiojos" remen fuerte, con todo su cuerpo!", gritaba hondo el guía Eduardo Ruiz segundos antes de que una remolinante y fría ola sacudiera por completo la pequeña embarcación en la que siete aventureros íbamos en busca de adrenalina.

Ya no me podía rajar. Luego de viajar hasta Tehuixtla, Morelos, con un piloto trasnochado sólo para vivir mi primer descenso en aguas bravas, estaba finalmente allí, ataviada en traje de baño, casco de plástico y chaleco salvavidas.

Una de dos, o salía invicta de aquel vertiginoso remolino rodeado de rocas filosas o caía indefensa al agua esperando que el guapo guía me rescatara. Aunque mi segunda alternativa no estaba nada mal, opté por la primera. Me armé de valor, atoré mi pie derecho sobre la balsa, el izquierdo en los bordes y remé con todas mis fuerzas.

La espesa y abundante masa de agua chocolatosa parecía venir con malas intenciones hacia nosotros, su impacto se dejaba sentir impetuoso en la embarcación. Grité tanto, no sé si de la emoción, los nervios, la adrenalina -o todas juntas- que hasta unos tragotes de aquella agua me bebí. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, el peligro había pasado y yo seguía allí, en éxtasis, aferrada a la balsa y empapada de pies a cabeza.

Atravesar e imponerme a ese rápido nivel tres, el más peligroso de los cuatro que habríamos de pasar en el río Amacuzac, fue en verdad gra-ti-fi-can-te. Ahora sabía por qué los de Raft México lo habían bautizado el "Ta Cañón".

Me sentí intocable, cual versión femenina de Moisés atravesando el Mar Rojo. Yo, que nunca había practicado cosa semejante, que no suelo ejercitarme, que soy fumadora ocasional, me sentía la reina del mundo y ya estaba ansiosa por enfrentar los siguiente retos, "La Licuadora", "El Tumbaburros" y "El Madres, Mocos y Caños".

Claro que en sus puntos más álgidos, el río nos sangoloteó a sus anchas, nos estrelló contra las rocas y nos pegó el susto de tirar a uno que otro de la balsa, pero nada serio. "¡Es más grave si una lancha se nos va, ahí sí que sudamos!", bromeaba Eduardo, pues cada una vale alrededor de 6 mil dólares.

La emoción tuvo sus intermitentes. A ratos, el Amacuzac nos dejaba descansar, nadar y admirar el paisaje. El río, crecido en su parte baja, nos regalaba uno de sus rostros más limpios y el cañón, con sus formaciones rocosas, lucía imponente bajo un cielo despejado, donde se dejaron ver algunas aves. Lástima que la basura no brillara por su ausencia.

En el descenso no estuvimos solos, nos acompañaban tres balsas más, la mayoría de sus tripulantes eran neófitos defeños, flacos, gordos, veinteañeros, treintones y cincuentones. Las parejitas no se despegaron, claro, y los grupos de amigos se repartieron.

Al llegar al último rápido mi cuerpo ya temblaba, las piernas me ardían y mi frente parecía farol encendido. Habíamos recorrido 13 kilómetros en dos horas y media y la aventura estaba por terminar. Atravesamos el quinto rápido a pie porque el río estaba bajo, era muy peligroso cruzar entre troncos y afiladas rocas.

De regreso al agua todo fue tranquilidad, me sentía agotada. "¡Todooos adelante, vamos, no están remando!", Eduardo gritaba cada vez más fuerte para hacernos reaccionar. Seguimos por un rato más y nos bajamos frente a un puente.

Caminamos hacia tierra firme donde nos esperaban dos cartones de cerveza bien fría y un ligero snack. Una vez despojada del casco y el chaleco salvavidas, brindé por la experiencia, todo un éxito.

Rafting

Río Amacuzac, Morelos

Raft México, Río Pánuco 706, Vista Hermosa, Cuernavaca, Morelos, 01800 728-4312 y (777) 322-9766 / info@raftmexico.com / $650 con transporte y $550 sin transporte

¿Cómo llegar?

Por la autopista México-Acapulco, tomar la desviación y el libramiento a Tehuixtla hasta llegar a la Av. Río Seco.

¿Dónde comer?

El mejor lugar es Cuatro Vientos, ubicado antes de la caseta de Alpuyeca. Las especialidades de la casa son la cecina, los sopes y los tacos de longaniza. Es un lugar agradable y familiar. Los precios son accesibles.

En la calle de Hidalgo, en pleno centro de Cuernavaca, encontrarás diversos cafés y restaurantes. Te...

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