¡Ahora, corre a decirles que no me maten!

AutorRoberto Zamarripa

Acapulco.- En una plancha del anfiteatro de este puerto, yace el cuerpo de Ricardo Rentería, un muchacho de 26 años, casado, policía municipal ejemplar desde hacia tres años. En medio de la frente estaba el orificio del tiro de gracia.

Fue la última muerte violenta del priato en Guerrero. Veintidós horas antes de la apertura de las casillas para las elecciones históricas que le dieron el triunfo a Zeferino Torreblanca, candidato opositor, hubo cuatro asesinatos. Tres policías municipales y un adolescente que fue rematado por haber sido testigo de la escena. No debería vivir para contarlo.

La muerte violenta que ronda Guerrero en las contiendas políticas, asomó por última vez la mañana del sábado 5.

Preludio de los comicios que a la postre resultaron tranquilos, concurridos y contundentes. Torreblanca arrebató votos en los resquicios priistas y panistas. Superó la expectativa perredista y logró la hazaña: sacar al PRI de Casa Guerrero.

***

Desde 1988 las elecciones se volvieron más violentas. El estado había vivido episodios sangrientos. La represión a Genaro Vázquez, la matanza de Atoyac que envió a Lucio Cabañas a pelear armado desde la sierra; la persecución a la guerrilla, las desapariciones, el arrasamiento de comunidades en los sesenta y setenta eran los antecedentes.

Después, con los avances opositores en las urnas, vino la represión llana. Luego Aguas Blancas o el enfrentamiento en El Charco a fines de los noventa. Guerrero no dejaba de cimbrarse.

El 3 de diciembre de 1989 se reabrió la etapa de violencia. El PRD reclamó la victoria electoral en tres decenas de municipios. Vinieron protestas y plantones.

En Coyuca de Benítez el Año Nuevo de 1990 llegó con tres asesinatos. Uno de ellos a mano armada. José Manuel Palacios, un campesino de Tepetixtla fue acribillado también, como Ricardo Rentería, el sábado 5, con un tiro en la frente.

El cuerpo inerte visto al amanecer del primero de enero por los perredistas detonó la ira. Los pistoleros se refugiaron en la casa de Francisco Berdeja, el líder priista local, y allá fueron, armados, perredistas iracundos. Dispararon, intentaron quemar la casa con bombas molotov y lanzaron hasta cargas de dinamita para cazar a los pistoleros. Veinte horas de ataque. No pudieron. La Policía Judicial llegó al rescate de los pistoleros cobijados por la noche.

Aquel Año Nuevo de Coyuca se sumó a decenas de enfrentamientos que abrieron paso a una guerra sucia que dejó tres centenares de guerrerenses muertos en distintos episodios de violencia ocurridos durante una década.

Por eso, el 6 de febrero pasado se imaginaba lo peor. Pero Torreblanca ganó limpio, en una jornada tranquila.

Aunque la muerte, de nuevo la muerte, tocó a la boca de casilla.

***

El frío le recorrió el cuerpo en un instante. La muerte se le había asomado por segunda vez a Benigno Guzmán, el líder campesino de la Costa Grande.

De ojos vivos, 55 años de edad, cuatro en la cárcel, 30 en las peleas políticas, perseguido, torturado, ahora que su partido ganó la elección de gobernador en Guerrero, se acuerda.

Benigno, una más de las historias opositoras en este estado, soba su brazo derecho para recordar el escalofrío.

La muerte lo ha buscado tres veces.

"En Tepetixtla Rubén Figueroa intentó matarme a través de pistoleros que anteriormente no teníamos nada con ellos, nos encontrábamos en caminos, no teníamos ningún problema. Pero desde cuando Figueroa empezó a entrar en Tepetixtla empezó a organizar gente para asesinarme. La primer vez fue ahí en la oficina que tenemos como organización campesina; ahí nos pusieron a un individuo que se llama Florentino Cruz. Entonces llegó con el R-15 buscándome. Lo que a mí me salvó fue que llevé una ropa que nunca me había visto él con ella, entonces eso fue lo que me salvó.

Cuando él me conoció, me reveló que iba por mí. Me lo dijo en otra vez que me iba a asesinar frente a la Comisaría de Tepetixtla. Me dijo él que iba a matarme a mí, por su propia boca me dijo. Fue la primera vez.

Hubo una segunda cuando Benigno vio el cañón a la distancia de dos metros y la mirada decidida de Florentino.

"Fui a la tienda que está frente a la Comisaría que es de Misael Fuentes. Iba a comprar unos plátanos. Y salió, yo lo vi que llegó con el M-1 o M-2; (Florentino) era policía ya al servicio de Rubén Figueroa, y bajó y se metió, pero yo lo perdí de vista que si se metió pa' dentro o pa' dónde le dio.

"Estando allí, que se nos antojan los plátanos, creíamos que estaban bien maduros en esa tienda, y que voy a comprarlos. Estaba con otro compañero ahí en la Comisaría, y fue cuando me salió adentro con el rifle en la mano.

"Ya ahí al mismo tiempo que me lo tiende. Había cortado cartucho, y así como estamos cerquita." A Benigno le brincan los ojos nomás del recuerdo. Otra vez la piel chinita. Baja la voz como si fueran a ir por él una vez más.

"Entonces conforme me lo pone él, el casero Misael le brinca al rifle y lo maromea. Así se lo quitó. Eso me salvó porque ya había subido el cartucho", suspira.

"La tercera vez fue cuando cayeron a la casa en el resto del día. Entonces Florentino Cruz iba acompañado de otro pistolero de la misma policía...

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