World Music: Ponen ritmo a la diferencia

AutorHéctor Villarreal

Hace casi 20 años, el 29 de junio de 1987, un grupo de compañías discográficas reunidas en Londres comunicó a la prensa la creación de la denominación world music para referirse así a los fonogramas de algunos artistas que no se ajustaban a las características de las clasificaciones que venían empleando. En consecuencia, en las tiendas de discos se creó una sección con ese nombre, en la cual han colocado a los que no son de música clásica ni pop, rock o demás géneros y subgéneros modernos, y engloba a todas las expresiones musicales autóctonas, ancestrales o inspiradas en ellas que, como tales, no son propias de la civilización occidental o que se expresan de manera marginal a ella.

De modo que en la sección world music o música del mundo no se clasifican los fonogramas por sus particularidades musicales sino por alguna particularidad étnica o referencia geográfica: Irlanda, India, Brasil, Suecia, etcétera, o afro, arabic, latin, gipsy, yiddish, entre otras, aunque su producción es, por lo general, estadounidense o inglesa. La crítica más obvia a esta denominación es que hay demasiada diversidad en lo que pretende abarcar; pero se adoptó en muchos países, incluido México, debido a que responde a criterios mercadológicos y no musicológicos.

La etiqueta world music cobró vigencia plena en tanto el Muro de Berlín fue derribado y comenzó a hablarse de globalización, la emigración de los países pobres a los ricos crece anualmente por millones y las tecnologías de la informática han abaratado la producción, la distribución y el consumo de fonogramas y videos. Entonces las dinámicas propias de los flujos poblacionales y económicos extraen fragmentos musicales de los distintos sistemas culturales, correspondientes a cada pueblo y lugar, y los ponen en un mercado en el que los consumidores los recomponen en la particularidad de sus respectivos referentes y significados.

Al parecer la etiqueta de la industria no es otra cosa que una adaptación del nombre propio de la productora creada por Peter Gabriel en 1980 llamada World of Music, Arts and Dance, mejor conocida por su acrónimo Womad. Cabe aclarar que, como él, muchos músicos, productores y promotores culturales le han dado la vuelta a la intención mercantil de la expresión world music para proveerla de elementos discursivos metamusicales y extramusicales no lucrativos, que tienen que ver con la promoción y defensa de los derechos humanos y la ecología, mediante la creación de sellos discográficos...

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