De Vuelta al Ruedo / Big currículum
Autor | Martha Figueroa |
Estoy perdiendo la vergüenza. Ahora sí, creo que ya no falta ni una sola locura surrealista que anotar en mi currículum. Tampoco es que haya hecho una promesa a algún santo, una manda, o algo por el estilo que me obligue a ser partícipe de todas las cosas extrañas que se me atraviesan en la vida. Pero tengo la suerte de pasar por donde las rarezas se producen. Y ahí estaba yo: en la casa de Big Brother VIP.
De entrada, ya me adapté a ser la novena expulsada -así me dicen ahora, no soy más Marthita-, lo malo es que creo que padezco el síndrome de las personas corridas, ese de: Ay, de veras no entiendo por qué me echaron (ja, ja). Lo único que puedo alegar a mi favor es que soy inocente... ¡como Michael Jackson!
En serio, me porté bien. Es más, podría jurar -específicamente- que mi perfil dentro de la casa fue casi casi de buena persona. Aunque, claro, decepcioné a los que esperaban ver a una Martha totalmente canina y retorcida. Ahí está la cosa. Algunos juran que la casa de Big Brother es un centro de desintoxicación, un convento o un lugar de ayuda psicológica. Y no, sólo es un programa de tele. Bueno, aunque, debo confesar que yo entré un poco con la ilusión de que sería mi Weight & Watchers personal con vista al lago, porque me dijeron que todo el mundo sale fiaco, pero nada. Hasta estoy pensando seriamente en demandar a los productores.
Digo, tomando en cuenta que estábamos en un reality show y no en un concurso de se busca al Einstein del año, al sucesor de Freud, a la doble de la Madre Teresa y al Villano del 2005, creo que cumplí, y lo mejor: me divertí muchísimo.
Desde que iba camino al encierro, supe que mi futuro inmediato sería paranormal. Y seguramente los que vieron el operativo de traslado pensaron que iba pasando frente a ellos algún personaje tipo el Chapo o Ahumada, porque me llevaron escoltada por dos patrullas con sirena a todo lo que da y mucho acelerón. Muy de película. Lo demás, ya lo habrán visto. ¡Eso espero, ya ni el papelazo que me aventé!
En la calle y entre mis amigos, todos preguntan lo mismo: ¿Cómo pudiste entrar?, en serio, ¿está guapo Carmona?, ¿te pagaron una lana?, ¿no te dio miedo?.
Martha Debayle, por ejemplo, me dijo: Yo no podría dormir con ocho personas respirándome al lado, y luego compartir con tantos el baño, ¡qué horror!.
Lo que yo digo es que mis amigos son muy...
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