Vivir otra vez

AutorDaniel de la Fuente

Martha Elva: "Vi la cara de Dios"

La enfermera le acercó a Martha Elva González Álvarez dos imágenes pequeñas: el Sagrado Corazón de Jesús y Santa Teresita.

"Tenga", le dijo a la mujer, quien yacía en el Hospital San José por un infarto, el 16 de enero del 2002.

Acostada y mareada por los medicamentos, Martha Elva agradeció despacio y pegó lentamente las imágenes a su pecho. Y cerró los ojos.

Había entrado en coma.

El 17 del mismo mes, los médicos Jesús Siller y Óscar Villegas colocaron dos by pass, pero siete nuevos infartos dañaron irremediablemente el miocardio.

Fue cuando la familia de Martha Elva, conformada por su esposo, Raúl Rosales Sánchez, cuatro hijos y cuatro nietos, fue enterada del inminente deceso de la mujer.

"Mi familia estaba devastada", explica hoy esta mujer de 48 años en el negocio que tiene con su marido de instalación de audio y video. Intensa, de complexión mediana, robusta y de voz alta, Martha Elva evoca el milagro de que siga aún con vida.

Los especialistas decidieron conectar a Martha Elva en tanto se revisaban las posibilidades de un trasplante. Al principio, Eduardo Herrera, coordinador de trasplantes de la Clínica 34 del IMSS y miembro del equipo médico, desconfió: ni siquiera había visto el expediente. Un trasplante requiere un protocolo de meses.

Sin embargo, entre él y otros especialistas decidieron llevar a cabo la operación.

"La llegada de mi corazón trae todo un sentido de milagro", dice Martha Elva, conmovida.

"Cayó una llamada al Hospital San José por error, cuando en realidad buscaban el Universitario. Hablaban de Aguascalientes".

"Aquí está el hígado", dijeron al otro lado de la línea sobre el órgano, proveniente de un chico fallecido.

Tras aclarar el error, los del San José preguntaron las características del corazón del joven, aún sin recipiendario. Eran idénticas a la complexión, peso y cavidad torácica de Martha Elva.

"¡¡Ya!!", gritaron en la línea los médicos regiomontanos, al tiempo que veían el declive en el cuerpo inflamadísimo de Martha Elena, cuya pierna izquierda estaba negra por una bioboma en la ingle.

Un empresario generoso prestó su avión particular, pero el órgano llegó por indicaciones inesperadas al Aeropuerto de Saltillo, no al de Monterrey, donde esperaba uno de los médicos.

Enterado del cambio, el especialista tomó su camioneta y condujo a toda velocidad hacia la terminal coahuilense, en donde casi le arrebató al mensajero la hielera con el corazón.

"El exceso de velocidad del médico hasta movilizó al helicóptero de una televisora, a los federales. Empezaron a decir que iba huyendo un narco. Total, todo se aclaró y lo ayudaron a llegar", cuenta Martha Elva y las lágrimas corren súbitas por sus ojos, agradecidos y crédulos ya en los milagros: cuando justamente...

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