¡Viva (el Estado de) México!

Para llegar a la Plaza de la Constitución debían pasarse cinco cercos de granaderos, un arco de revisión y dos formaciones de la Policía Federal antes de toparse con el Estado Mayor Presidencial y la Policía Militar. La noche del domingo 15 el Zócalo de la Ciudad de México estaba convertido en un corral de cinco hectáreas.

Ahí Enrique Peña Nieto encabezó -primera vez como presidente- la ceremonia del Grito de Independencia desde el balcón central del Palacio Nacional.

Las condiciones estaban dadas para una aparición triunfal de Peña Nieto: el desalojo de los profesores inconformes con la reforma educativa impulsada por el Ejecutivo, un amplio despliegue policiaco-militar, la instalación de un escenario monumental y un insólito acarreo de priistas mexiquenses para corear el nombre de su paisano, el mandatario.

Septiembre es un mes de rituales. Los presidentes usan la banda el día primero, cuando rinden su informe anual. También la portan el día 13 para recordar la gesta de los Niños Héroes, así como la noche del 15 y la mañana del 16, en las conmemoraciones del inicio de la Independencia.

Dos días previos a la ceremonia del Grito, antes de que el Zócalo fuera ocupado por policías y militares, Peña Nieto dijo: "Para hacer realidad el México que anhelamos sabemos bien que debemos vencer inercias y resistencias, tenemos que superar obstáculos y desafíos. Por la transformación que exige y merece la mayoría de los mexicanos vale la pena cualquier esfuerzo, como el que venimos haciendo y desplegando".

Hablaba ante los principales mandos castrenses el viernes 13 en el Heroico Colegio Militar, cuyos cadetes se sumaron dos días después a la ceremonia del Grito para cumplir las solemnidades del simbolismo patrio.

Histrionismo patrio

Es la noche del domingo 15 y no hay espacio para la improvisación. Dentro del cerco de seguridad se monta un escenario enorme, con pantallas gigantes que dan la espalda a la Catedral a fin de que el balcón central de Palacio quede despejado.

La logística es precisa: frente a Palacio Nacional está despejada la Plaza de la Constitución para que los invitados especiales salgan a ver al presidente, con la distancia suficiente para quedar fuera del alcance de los asistentes al Zócalo.

Las gradas que servirán para el desfile del día siguiente están vacías, custodiadas por policías militares. Hay juegos de luz y sonido que alimentan el ambiente festivo de quienes ya llegaron a un sitio de por sí decorado en tres colores.

"¡Es Juan Gabriel, es...

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