Violencia y poder

AutorJavier Sicilia

Según Canetti hay, en el fondo del terror y la aflicción que nos causa la presencia de un muerto, la sensación de haberlo sobrevivido, de que el muerto es el otro; "un triunfo que permanece oculto y a nadie confesamos, ni siquiera a nosotros mismos". Algo que, si llegamos a percibir, lo minimizamos obligados por la vergüenza, pero que, nos guste o no, crea una sensación de poder. Al mismo tiempo que el muerto alimenta nuestro miedo y repulsión a la muerte, es él "quien ha muerto en nuestro lugar" y eso produce la "impresión de que hemos crecido un poco", de que sobrepasamos la muerte.

Pero no siempre es posible ocultarlo. Está en el fondo de toda violencia, es decir, en todo acto que busca derribar a otro, dominarlo, someterlo -una forma simbólica de matarlo-. Su expresión más clara, dice Canetti, está en las violencias más primitivas, de las que el box o las artes mixtas son su expresión domesticada. Quien se lanza a combatir sabe que se arriesga a ser vencido. Pero si vence "siente aumentar su propia fuerza y afrontará con más energía al siguiente adversario". Conforme vence crece su sensación de invulnerabilidad. Es como si su cuerpo se revistiera de un poder sobrehumano. El prestigio y el temor que impone, así como el sentimiento de su propia grandeza, "se componen de todos los instantes en que se ha alzado victorioso sobre un enemigo abatido". Se le teme y, muchas veces, se le admira "por la superioridad que le confiere su propia sensación de invulnerabilidad (de ser un superviviente). Él mismo desafía sin ningún escrúpulo a quien no se le somete". A esa sensación de invulnerabilidad contribuye la ausencia de justicia: la impunidad refuerza la victoria.

Los relatos épicos, ya sean antiguos o modernos, están llenos de eso. Es su tela de fondo. En México, desde la historia de Huitzilopochtli hasta el Himno Nacional, pasando por el canon de la historia patria que se enseña en las escuelas, los corridos, los ahora narcocorridos, las series de narcos y los videojuegos, los héroes que los protagonizan -sean "buenos" o "malos"- están construidos con los cuerpos de los vencidos, de los caídos, de los sometidos y los muertos.

Cuando esa experiencia sale de sus marcos puramente narrativos y de las contenciones morales que hay en nosotros frente a la experiencia de la muerte, y se desata en la vida social, sin ninguna sanción jurídica, se vuelve, dice Canetti, una especie de adicción que no sólo busca repetirse, sino crecer hasta convertirse en...

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