La vida que desprecio

AutorJulio Scherer García

Los secretarios de Estado se exhibían a su disposición, orgullosos de comunicarse con el número uno de las noticias. Y así los gobernadores de los estados y así las señoras de fama y así los diplomáticos y así los generales. No obstante el coro que le cantaba, Zabludovsky centralizaba uno de los vicios mayores de las dictaduras: la libertad de expresión dictada desde el poder.

El 1 de septiembre de cada año era el día del presidente, el día de su informe al Congreso de la Unión. Con el micrófono en la mano, Zabludovsky y Lolita Ayala a su lado, tan femenina, tan bien vestida, tan dueña de su carácter de informadora, observaba em bebida la manera con la que Jacobo desplegaba su talento.

A las 10 de la mañana en punto, una hora antes de que el Ejecutivo se presentara ante el Congreso, la pareja animaba el ambiente para una recepción masiva y clamorosa. Cuatro horas después, hacia las tres de la tarde, todo eran alabanzas para el jefe de la nación, el país en marcha y en paz. El 1 de septiembre era el día del presidente de la República pero también el día de su propagandista. La política y los intereses los igualaban.

Apartado de 24 Horas, ya en la época del presidente Vicente Fox, Zabludovsky se explicó en relación con su época de oro.

-Eran los tiempos -dijo.

Eran, efectivamente, los tiempos de la información unificada, pero eran también los tiempos de la riqueza a manos llenas para algunos informadores. Si Emilio Azcárra-ga Milmo se había declarado soldado del presidente, no hacía falta que Zabludovsky se declarara soldado de Azcárraga Milmo. Inacabable su fortuna, el dueño de Televisa la mostraba en vivo y la repartía.

Reunido con Bernardo Garza Sada, Fernando Senderos, Eloy Vallina, Carlos Slim, convocados a una cena por el licenciado Antonio Ortiz Mena, exsecretario de Hacienda, para colectar dinero destinado a la campaña presidencial, Azcárraga miró a todos de arriba abajo. Él daría más dinero, mucho más que la cuota que se les había asignado a los hombres más ricos de México.

Zabludovsky no podía estar al margen de los millones generosos que se acumulaban en la cuenta bancaria de Azcárraga.

Enrique Krauze me contó de una conversación con el creador de 24 Horas y su estilo novedoso en la televisión. Le dijo Krauze a Zabludovsky que hay perros que ladran y amenazan, y cuando ladran y amagan actuando con la acometida, no representan riesgo alguno. Hay otros perros, subrayó el historiador, que en el ladrido y el embate se la juegan completos.

Hoy Zabludovsky ladra y muy de vez en cuando enseña sus dientes sin filo.

En el libro La terca memoria, Scherer narra:

Nos veíamos los viernes en el Cam ino Real y algunos amigos de Juan (Sánchez Navarro) se unían a nuestra mesa. Pronto fuimos seis y el...

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