La última y nos vamos

"Salimos de un reventón de la oficina, iba hasta atrás, había bebido de todo: ron, tequila, de todo. De repente perdí el control, por suerte alcancé a maniobrar dos veces y después me estampé. De frente hubiera sido un supermadrazo. Iba a 120". Es Mario, tiene 22 años y manejaba sobre Río San Joaquín a la altura del Circuito Interior hace dos semanas.

Cuando se subió a su Jetta blanco ni lo pensó: "como que te vale, no tienes idea y nadie en la fiesta trató de detenerme, todos estaban igual".

Después del accidente se le bajó un poco la borrachera. Sólo perdió la suspensión de su auto y parte de la carrocería.

"No lo volvería a hacer", asegura.

Pero en otro accidente semejante, el de la madrugada del 22 de mayo de 1998, se perdió algo más. María José al volante de un Topaz y con los niveles de alcohol en la sangre más arriba de lo permitido, mató a Simón Brailowsky, un destacado fisiólogo celular.

Ante el semáforo en intermitente rojo, Brailowsky cruzó sin detenerse, al volante de su Nissan. La falta del científico al cruzar la calle se conjugó con la embriaguez de María José, quien conducía un auto, propiedad de su padre, a exceso de velocidad.

En la esquina, de por sí conflictiva (en menos de un año han sucedido cinco accidentes), de Amores y Eugenia, Brailowsky quedó agonizante.

El venía de su laboratorio y murió cuatro horas después víctima de los traumatismos múltiples.

María José salía de una reunión con sus amigos y hasta las 10 de la mañana de ese día, aún no recuperaba la sobriedad.

Con Brailowsky murió una línea de investigación que, en un futuro, se dirigía a resolver problemas de disfuncionalidad cerebral como Alzheimer, Parkinson y epilepsia.

María José está en libertad provisional y este diario intentó conocer su versión de los hechos, la buscó en su domicilio y habló telefónicamente con su abuela sin embargo, la familia y los abogados de ella decidieron no hablar.

Brailowsky cumpliría en diciembre próximo 50 años, era un científico empeñado en acercar la ciencia a las masas, sus investigaciones le habían dado una proyección internacional en una naciente línea descubierta por él, sobre la plasticidad de las células del cerebro. Con grado de doctor en Ciencia de la Vida y de la Salud por la Universidad de París, "era algo así como un ser excepcional", dice Teresa Conde, su asistente técnico en el laboratorio de la UNAM por más de nueve años.

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