Del Toro / Paúl Cortés, Ernesto Sánchez y la paradoja mexicana

AutorPaco Prieto

El pasado domingo, ante novillos medianamente enrazados de Sergio Rojas, Paúl Cortés dio una buena muestra de seriedad taurina: bien colocado siempre, intuyendo las embestidas de sus toros y llevándolas bien templadas, a tal punto que a pesar de haber enfrentado lo peor del encierro, ante el descastado primero el público pidió unánimemente una oreja que el juez hizo bien en no conceder no estando la culpa en el torero, por cierto.

Ante uno de escaso trapío, el que cerró plaza, Ernesto Sánchez mostró aquello de lo que había dado muestras en su primer y peligroso enemigo: transmite tanto como hondo su sentimiento y es necesario que un buen ganadero lo encierre en su rancho para que consiga lo que le falta: dominio de los terrenos de la lidia. A pesar de todo esto, pesa el pasado y no podemos estar optimistas. En efecto.

¿Qué se hicieron los dos últimos novilleros que llenaron la México, Arturo Gilio y Mario del Olmo? Los dos debieron de haber cuajado en grandes figuras. ¿Por qué los perdió la Fiesta? ¿Qué sucedió con los novilleros de una generación poco mayor que llegaron a hacer concebir no pocas esperanzas, y recuerdo a Manolo Sánchez -al que no pocos llamaron "El Maestrito"-, a Alejandro del Olivar, a Glison, ¡qué importante hubiera sido que antes de las cornadas, un empresario...

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