¿El título asegura movilidad? Quizá ya no

AutorOtto Granados

Una de las buenas noticias en la educación mexicana es la posibilidad de que acceda a la educación superior un número cada vez mayor de jóvenes que ven en ella un vehículo de movilidad social y económica. A ese crecimiento han contribuido diversas instituciones y modalidades -públicas y privadas, escolarizadas y no escolarizadas-, de suerte que ahora la distinción importante es entre universidades y tecnológicos de calidad, competitivos e innovadores. ¿Es lo que ofrece hoy la educación superior en México? Veamos.

En lo que va del siglo, pasamos de 2 millones de estudiantes en 2001 a 4.5 millones en el ciclo 2017. Esto quiere decir que anualmente se incorporaron a las Instituciones de Educación Superior (IES) unos 156 mil alumnos y la cobertura de educación superior pasó del 32 por ciento al 39.7 por ciento, de acuerdo con las últimas cifras disponibles para el ciclo 2018-2019.

De seguir así, habría espacio para llegar en unos años al 50 por ciento, a partir de donde, según el modelo de Martin Trow, se considera la práctica universalización de este nivel educativo. Esto es muy positivo en términos de inclusión pues, de la matrícula total, más de 1 millón 100 mil estudiantes se ubican en los sectores rezagados. Hace ocho años únicamente uno de cada ocho jóvenes que provenían de hogares desfavorecidos cursaba educación superior; hoy esa proporción es de uno de cada cuatro.

Sin embargo, iniciamos el siglo XXI en medio de una cierta disfunción entre la composición de la oferta de educación superior y la naturaleza de lo que demanda, en un sentido integral, el desarrollo del país, derivada en parte de que la diversificación de la economía mexicana ha transformado su estructura industrial, manufacturera y de servicios hasta convertirla en la más sofisticada y compleja de América Latina. De hecho, algunos indicadores exhiben brechas entre el perfil de los egresados y las necesidades de los empleadores que podrían aumentar en al menos 8 de los 16 principales sectores económicos de México en los siguientes años. De allí la necesidad de estimular una discusión seria y ordenada acerca de cuál debe ser el nuevo modelo de la educación superior en México en función de su aportación a la formación de talento, la generación de conocimiento e innovación y la elevación de los niveles de productividad, crecimiento y movilidad, a partir de las tendencias que prevalecen en el país y en el mundo.

Lo primero que destaca es el aumento en la esperanza de vida al...

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