'La tierra prometida no está lejos'

AutorYanireth Israde

Diego González, el documentalista que protagoniza La tierra de la gran promesa, la más reciente novela de Juan Villoro, disfruta su estancia en la isla de edición, donde puede suprimir, atrasar o adelantar una toma. Pero las acciones de su vida no admiten edición, y él las confiesa en sueños.

"Quería escribir de varios niveles de la confesión o la delación, y empecé con la historia de una persona que habla dormida. Eso caracterizaba a mi protagonista, que es un documentalista, alguien destinado a registrar la realidad, pero en esa zona del inconsciente que es el sueño de pronto dice algunas palabras sueltas. Está casado con una sonidista, que se dedica justamente a atrapar palabras. Me interesaba mucho la confesión dormida de una persona, lo que podía decir más allá de su voluntad en el sueño", dice en entrevista sobre este libro, publicado por Random House, que entrevera la corrupción, la política y el narcotráfico.

"Por razones muy comprensibles", explica, "el tema de la violencia rondaba esta trama, porque es algo que nos ha afectado en los niveles más directos a todos los mexicanos, no solamente en lo que vivimos, sino incluso en lo que soñamos".

Dedicado al registro de ésta en zonas de riesgo y circunstancias de peligro en un País que arde, Diego González es un documentalista inocente, pero las circunstancias en las que se desempeña no lo son.

"Capta la realidad, pero está transmitiendo cosas que van más allá de lo que él intentaba decir. Éstas lo comprometen y cambian su vida", relata Villoro.

La tierra de la gran promesa comienza con una Cineteca en llamas y el incendio también es metafórico, no se sofoca a lo largo de las décadas. ¿Es México un País en eterna combustión?

Hay incendios que no se apagan del todo y esta historia es, digamos, lo que se mantuvo a fuego lento por un acontecimiento -el incendio de la Cineteca-, pero también por las muchas circunstancias posteriores que avivaron ese fuego.

Creo que México ha sido un país en llamas desde hace mucho tiempo, que no ha dejado de arder en muchos niveles y cada cierto tiempo tenemos una noticia que nos recuerda estos agravios.

Aprendemos geografía por las tragedias: los nombres de Acteal, Aguas Blancas, Ayotzinapa regresan a nosotros como agravios no resueltos. La novela habla de un incendio, pero en realidad el País está consumido por muchas otras llamas.

Pero la novela no se regodea en la tragedia. Háblame de esas rendijas que son el compromiso, la solidaridad, la posibilidad...

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