Somos más que testimonios, somos historiadoras encarnadas de la política interseccional e internacionalista: Entrevista con Suyapa Portillo Villeda

AutorAmarela Varela-Huerta y Leisy J. Abrego
CargoProfesora investigadora en la academia de Comunicación y Cultura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México/Profesora y directora del programa Estudios Chicana/o y Centroamericanos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)
Páginas273-340
273Andamios
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Amarela Varela-Huerta*
Leisy J. Abrego**
Estados Unidos es lugar de destino para migrantes centroamericanes
desde antes de la década de los 80, pero por razones legales y estructu-
rales, la gran mayoría sigue en los márgenes de esa sociedad. Entre les
pocos que han logrado entrar en la academia, Suyapa Portillo Villeda
es una intelectual orgánica hondureña, catedrática y organizadora queer
feminista afincada en Estados Unidos. Con amplia experiencia y ex-
perticia como historiadora, organizadora e intelectual internacionalista,
Suyapa lidera y acompaña movimientos sociales interseccionales dentro
y fuera de la academia.
En esta entrevista, teje varios hilos desde lo autobiográfico y entre-
laza las luchas internacionales de la clase trabajadora, feminista, queer
y migrante. Su narrativa comienza con la pulsión de vida que la llevó a
atravesar su primera migración, del campo a la ciudad, luego el refugio,
el exilio político, la infancia migrante, al mismo tiempo que el arraigo a
un mundo indígena y mestizo. En este ejercicio de diálogo, conocemos
sobre la experiencia de destierro y separación familiar – todos temas
que siguen repitiéndose entre les que se incorporan al éxodo de Hon-
duras y de Centroamérica hoy en día. Finalmente, Portillo nos com-
parte lecciones que ha ido aprendiendo en los movimientos sindicales,
migrantes, LGBTQ y LGBTTI, en Los Ángeles, Chiapas, San Pedro Sula
y Tegucigalpa, Honduras. Esperamos que disfruten de esta entrevista
tanto como nosotras aprendimos al hacerla y editarla.
* Profesora investigadora en la academia de Comunicación y Cultura de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México. Correo electrónico:
amarela.varela@uacm.edu.mx
** Es profesora y directora del programa Estudios Chicana/o y Centroamericanos en la
Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
Volumen 18, Número 45, enero-abril, 2021, pp. 273-305
DOI: http://dx.doi.org/10.29092/uacm.v18i45.819
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Amarela Varela-Huerta y Leisy J. Abrego
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Suyapa–Yo soy de Copán, el occidente de Honduras, crecí hasta los 8
años allí. Vengo de una familia de por sí fronteriza, mi pueblo es border-
lands (ríe), o sea hay dos fronteras, con Guatemala y El Salvador. Para
Semana Santa íbamos a Santa Ana, El Salvador o a Chiquimula, Guate-
mala. Además, mis abuelos cultivaban el cafe, jornaleros/as venían de
otras partes de Honduras y de Guatemala a trabajar las fincas. Por eso,
el café y la dictadura son dos constantes en nuestra genealogía, también
la lucha por la democracia de nuestro país. Mi abuelo y mi padre, a sus
tiempos y formas cada uno fueron defensores del sufragio democrático
y se opusieron cada uno a los dictadores, civiles o militares de turno;
nosotros venimos de esa tradición.
Ya desde 1950 mi papá, de joven, empezó a trabajar con el primer
gobierno democrático en Honduras que fue el gobierno de Ramón
Villeda Morales, a quien se derrocó por orden de EEUU con un golpe
de Estado en 1963, paralelamente a la Guatemala de Árbenz. Es impor-
tante para mí partir del pasado, de historizar los procesos, por algo soy
profesora de historia.
La historia del exilio de mi familia, es consecuencia del posicio-
namiento político frente a ese “accidente”. Como simpatizantes de
“Pajarito”, como llamaban al presidente Villeda Morales antes de su
derrocamiento por el golpe, mi padre que trabajaba en la aduana de la
administración pública de Pajarito fue apresado en la frontera por los
militares golpistas que instauraron la dictadura desde 1963 hasta 1980.
Lo encarcelaron en la prisión que está cerca del pueblo de mis abuelos
y ahí es donde conoce a mi mamá.
Con su trayectoria política cancelada, se dedica a ser profesor y
campesino en el pueblo donde nací: Florida, en el departamento de
Copán. Mi padre era profesor de día y cultivador de tabaco por la tarde.
Era un tiempo histórico atravesado por la Guerra Fría. Los gringos usa-
ron nuestro territorio para el cultivo intensivo de tabaco para proveer al
mercado estadounidense tras bloquear el tabaco de la Cuba insurrecta.
Llevaron la semilla de tabaco cubano, pero no se dio. De ahí el auge
de tabaco nativo, el hondureño es muy rico. Por eso mi papá trabajaba
DOI: http://dx.doi.org/10.29092/uacm.v18i45.819
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el tabaco. Como era maestro con los sueños políticos confinados, se
ayudó de jornaleros de mi pueblo. La Florida es un pueblo indigena y
mestizo, pero sí habían comunidades indígenas Maya Chortí, con fuerte
arraigo en la cosmovisión maya y sus propios sistemas normativos. El
pueblo era una mezcla de cultura mestiza e indigena, aunque la cul-
tura y practicas de los indigenas maya predominaba en mi casa, estas
practicas estaban muy presentes en mi casa por la ayuda de jornaleros y
jornaleras campesinos para cosechar el tabaco con mi mamá y mi papá.
La historia del tabaco en Honduras es centenaria, junto con la
cultura cafetalera, su cultivo afianzó un sistema de encomiendas y
explotación que subsiste hasta hoy. Los indígenas de mi pueblo eran
muy discriminados. Mis abuelos en los cafetales —creo que esto lo atri-
buimos a mi papá, pero eran mis abuelos que hacían esto — ya mi papá
fue normalista y daba clases en la escuela local, intentaba transformar
mínimamente ese panorama enseñándonos a todos, a sus hijos y a los
jornaleros y sus familias a leer y escribir. Todas nosotras aprendimos a
leer y escribir y la única razón de que hablo el español como lo hablo
es porque mi papá nos llevaba a la escuela desde los tres años como
oyentes, en su aula de escuela rural. Recuerdo que jugábamos con los
niños campesinos de la clase, pero a las 10 de la mañana ellos se iban
a trabajar al campo con sus familias. Por eso crecí muy consciente de
esta clase trabajadora. Y bueno, mi papá estaba muy involucrado en
cooperativas y todo tipo de luchas, nos llevaba a reuniones. Ahí me
nació la conciencia, vengo también de esa experiencia.
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Suyapa–En un punto de mi primera infancia, mi madre se separa de
mi papá y nos lleva con ella a mi abuela y a mí desde Florida hasta San
Pedro Sula. Mi familia estaba muy involucrada en las luchas contra la
dictadura, aunque sé poco porque, como en muchas otras familias, los
activismos se cubrían de un halo de “secretismo”. El activismo de mi
padre y de mi hermano mayor, para entonces un activista estudiantil
muy reconocido, pero también las diferencias matrimoniales de mis
padres, nos obligaron a migrar.
DOI: http://dx.doi.org/10.29092/uacm.v18i45.819

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