1994: Los terrores de Salinas

AutorJorge Carrasco Araizaga

El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo temer al gobierno de Carlos Salinas de Gortari lo peor: la movilización de otros grupos guerrilleros en varias partes del país, una respuesta terrorista de la ultraderecha y la intervención abierta de Estados Unidos. Ante ese escenario, no le quedó más que buscar una solución pacífica, mantener el cese unilateral del fuego y negar en todo momento que el de Chia-pas fuera un problema militar.

Después de soslayar por meses los informes de inteligencia civil y militar sobre la gestación del EZLN, Salinas se empeñó en acotar el movimiento armado que se hizo visible el 1 de enero de 1994.

Su inmediata respuesta militar sólo duró 12 días y la reemplazó por una fórmula de negociación porque su gobierno llegaba a su último año en medio de una complicada sucesión presidencial, que se agravaría tres meses más tarde con el asesinato de su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio.

La gran apuesta de Salinas fue la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero el día que estalló la rebelión zapatista, el mandatario supo que la guerrilla no era cosa del pasado en México, a pesar de la represión militar y paramilitar desplegada en las décadas de los sesenta y setenta. Los servicios de inteligencia del Estado mexicano conocían la evolución de los movimientos armados hasta llegar al surgimiento del EZLN. Sabían que era un ejército muy organizado, con una estructura amplia, relaciones intensas con organizaciones populares y preparación militar a partir de experiencias internacionales. Incluso llegaron a aceptar que había unos 35 mil hombres alzados en las montañas del sureste mexicano. La mayoría de ellos, armados con el apoyo de grupos de chicanos y puertorriqueños desde Estados Unidos.

Estaban también informados de que Chiapas era sólo una de las entidades de la federación propicias para la guerrilla. Buena parte del país había mantenido durante años la formación clandestina de grupos armados, sobre todo en el centro y el sur. Una respuesta castrense exacerbaría más el ánimo en territorio nacional.

Tal era la lectura que Salinas hacía de los hechos en los primeros días del levantamiento zapatista, de acuerdo con dos documentos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) entregados a Proceso a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.

El primero es un reporte que tiene clasificación triple A y que está fechado el 13 de enero de 1994, en plena crisis. Horas antes, Salinas había ordenado al Ejército cesar sus operaciones castrenses contra el EZLN, y previamente había aceptado la renuncia del secretario de Gobernación, Patrocinio González Blanco Garrido, quien se desempeñó como gobernador de Chiapas en plena gestación del EZLN en la Selva Lacandona.

Su lugar lo ocupó Jorge Car-pizo, mientras que el frustrado candidato presidencial del PRI y actual senador por el PRD Manuel Camacho Solís fue designado por Salinas comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas. Además, después de haber dejado el Cisen casi todo el sexenio en manos del jefe de la Oficina de la Presidencia, José María Córdoba Monto-ya, para el seguimiento de sus opositores, Salinas cambió al director del aparato de inteligencia, dependiente de la Secretaría de Gobernación, y lo orientó a afrontar la subversión de los neozapatistas.

El primero de los reportes, con la clave DMJ-094-0002, se titula Evaluación de estrategia general para la atención del conflicto en Chiapas. De apenas 10 páginas, enuncia los "principios básicos" de la estrategia del salinismo ante el conflicto: solución pacífica a través del ¦ diálogo, con el mantenimiento unilateral del cese al fuego por parte del gobierno, pero sin reconocer al EZLN como una fuerza beligerante.

Por "solución del conflicto", el Cisen entendía la deposición de las armas y/o ¡ la renuncia del ELZN a la violencia como vía para alcanzar sus objetivos, dejando en claro que la búsqueda del diálogo por parte del gobierno era para recuperar la iniciativa y controlar los tiempos. Su propósito lo definió como "acotamiento regional" del problema.

Era claro el tratamiento que se daría a los insurgentes: "El conflicto en Chiapas no debe ser visto como un problema militar, sino jurídico, ya que no existen...

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