Tercer Informe: ¿El fin del tobogán?

AutorRoberto Zamarripa

La noticia los tomó jugando dominó. A menos de dos horas de aterrizar en Gander, Canadá, el presidente Enrique Peña llevaba la mano en la partida. Sometía con cuatros a su vocero, Eduardo Sánchez, cuya pareja de juego era el titular de Hacienda, Luis Videgaray. El Presidente tenía de mancuerna al jefe de gabinete, Aurelio Nuño.

Viajaban plácidos en la parte delantera del TP01; piernas estiradas, relajados, rumbo a París. De repente, el secretario privado, Jorge Corona, acercó a su jefe un teléfono. El Presidente se incorporó de su asiento y detuvo el juego. A puerta cerrada tomó la llamada telefónica. Era el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, quien llamaba desde Londres. Peña hizo algunas preguntas antes de colgar.

Se había ido sonriente a la cabina. Regresó desencajado a su asiento. "Se fugó El Chapo", dijo a sus compañeros de juego. El vuelo aturdía. "¿Cómo?", terció alguno. Peña alzó la voz: "se fugó El Chapo. Parece que por un túnel. Están investigando".

Cuando Peña fue enterado en pleno vuelo, El Chapo ya iba en otro avión, rumbo a Mazatlán. Eran cerca de las 10 de la noche, hora mexicana. Todos quedaron mudos, paralizados. Peña preguntó cuánto faltaba para llegar a Gander. Le dijeron que menos de dos horas. No había condiciones para platicar del tema en el avión.

"Vamos a terminar", ordenó Peña señalando las fichas de dominó. Ganó con cuatros.

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¿Podía haber una peor noticia luego de un año que acumulaba tanta desventura? Entre la matanza de 43 normalistas en Iguala, las revelaciones del conflicto de interés por la Casa Blanca, la cancelación del tren rápido a Querétaro por sospechas de lo mismo, y el descrédito nacional e internacional, el gobierno federal no tenía respiro.

El Chapo Guzmán, detenido en febrero de 2014, era el trofeo que daba razón a una nueva estrategia de seguridad basada en la inteligencia y no en la violencia.

No podía fugarse como le ocurrió a Vicente Fox. "Sería imperdonable", había dicho Peña en su momento.

Pero lo volvió a hacer, en el momento de mayor distracción que haya tenido el gabinete federal en el trienio.

El presidente Peña, su secretario de Hacienda, su jefe de Oficina, el vocero de Los Pinos, el canciller José Antonio Meade, todo el staff del Estado Mayor Presidencial, andaban en el cielo apenas por cruzar territorio estadounidense y sobrevolar aguas canadienses rumbo a Newfoundland, en la primera escala rumbo a París.

El secretario de Gobernación dormía en un hotel de Londres. El general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal Soberón, titulares de la Defensa y la Marina, respectivamente, ya andaban en Europa. Juan José Guerra, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Ildefonso Guajardo Villarreal, secretario de Economía; Enrique Martínez y Martínez, secretario de Agricultura; Mercedes Juan López, secretaria de Salud, y Claudia Ruiz Massieu, secretaria de Turismo, ya andaban en la Ciudad Luz.

El titular de la Comisión Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, comía tiempo en una sala del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, a unos minutos de subir a un avión que lo llevaría a Francia; su subordinado, Enrique Galindo, el jefe de la Policía Federal, ya se había adelantado.

La procuradora general de la República, Arely Gómez, estaba viendo una película en un estudio de su domicilio en la Ciudad de México. Vencida por el sueño, no sabía que ésa sería su noche más larga... pero despierta.

Ese sábado, el director del Penal del Altiplano, Valentín Cárdenas Lerma, había pedido el día franco. Sus jefes también. Juan Hernández Mora, titular del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social de la CNS, tenía asueto. Su segunda de a bordo, la experimentada Celina Oseguera, había viajado a Nayarit a ver a su mamá.

Las alarmas fueron activadas con demora. Los empleados del Cisen encargados de observar sin pestañear las imágenes de la celda de El Chapo, captadas por las cámaras de seguridad, habían hecho caso omiso de algunas anomalías. Los custodios de la Policía Federal encargados de lo mismo en el Altiplano tenían en pantalla registrado un comportamiento extraño del reo sinaloense, quien durante más de una hora, previo al momento en el que se sumerge debajo de la regadera, iba y venía en su diminuta celda.

El primer aviso de los custodios a superiores tardó 18 minutos en llegar, tiempo en el que El Chapo recorrió en moto el túnel para abordar un vehículo que lo llevó hasta Querétaro. La razón de la demora en el reporte, según declaraciones ministeriales de los vigilantes, era que la imagen de la cámara se había pasmado.

En realidad, pasmados quedaron todos cuando llegó el segundo aviso, 8 minutos más tarde. Prácticamente media hora después, cuando El Chapo ya iba en carretera rumbo a Querétaro, se detonaron las alarmas. Sobre las nueve de la noche enteraron a Rubido, a punto de entrar al avión. A esa hora amanecía en Londres. La llamada desde México despertó muy temprano a Osorio Chong: se fugó El Chapo.

Poco antes de la medianoche, hora de México, la procuradora Arely Gómez fue enterada. De inmediato se alistó para acudir a su oficina, donde citó a todos sus colaboradores. Instruyó el envío de peritos al penal, que llegaron en la madrugada del domingo. La titular de Sedesol, Rosario Robles, enterada también por esas horas, llamó a Alfonso Navarrete, titular de Trabajo. "¿Qué hacemos?", inquirió. "Nada", lamentó Navarrete.

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El TP01 aterrizó en el aeropuerto de...

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