Sinfonía de las plantas: Isabel Leñero en París

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS, FRANCIA.- La convivencia de Isabel Leñero con los tlacuilos de la escuela de Tlatelolco, talentosos autores anónimos del Libellus de Medicinalius Indorum Herbis, más conocido como Códice de la Cruz-Badiano, se inició en la soledad de su estudio, poco antes de la pandemia, y se prolongó durante los inacabables meses de confinamiento a los que el coronavirus condenó a la humanidad.

De la inmersión de Leñero en el hermoso y misterioso mundo pictórico del primer libro de medicina de América, nació Geografía de las Plantas, una serie de 89 dibujos que re-interpretan con una mezcla de libertad, respeto y gozo las 89 planas del Códice de la Cruz-Badiano.

En diciembre del año pasado el publico madrileño del Instituto de México en España fue el primero en descubrir ese trabajo artístico, mucho más complejo de lo que parece a primera vista, a imagen y semejanza de su fuente de inspiración de hace cinco siglos.

Desde el pasado 10 de junio -y hasta el 27 de julio- los parisinos podrán disfrutar el colorido diálogo entre el Libellus de Medi-cinalius Indorum Herbis y Geografía de las Plantas.

Desplegada en los dos niveles de la galería del Instituto Cultural de México en Francia, la muestra vibra con la misma intensidad a la luz del día en la planta baja como en la penumbra del primer piso.

Colgadas juntas en una larga pared blanca de aquella, las reproducciones originales del Códice lucen como un gran mosaico ingenuo y enigmático de flores, hojas, raíces, tallos estilizados, realzados por la cuidadosa caligrafía de la descripción en latín del poder terapéutico de cada planta.

Las obras de Isabel Leñero, por su parte, cubren todas las demás paredes de la galería, a veces alineadas -como suelen presentarse en los códices-, a veces expuestas de manera más informal.

Resulta sumamente grata la inmensa libertad con la cual trabaja la pintora, que sólo se impuso dos obligaciones: optar por el mismo formato de 49.5 x 32 .5 cm para las 89 hojas de papel de algodón japonés sobre las que plasma sus pinturas y dibujos, y respetar márgenes miniados (ilustraciones con miniaturas) idénticos a los del herbario indígena.

Aparte de estas dos restricciones, Isabel Leñero obedece al único desafío alegre de explorar el mundo insólito que le abrieron los tlacuilos en su obra colectiva, cada uno con su estilo propio.

La pintora lo hace con tinta, lápiz, pintura acrílica o acuarela, recurriendo a colores atrevidos o sutiles tonos pasteles, pasando de la opacidad de...

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