Sincretismo tapatío

AutorRebeca Pérez Vega

Las calles tapatías recuerdan el inagotable espíritu ecléctico de su arquitectura.

Desde su fundación, Guadalajara ha dado muestras de la diversidad de corrientes y estilos arquitectónicos que reflejan las necesidades y los intereses de cada época: conviven en ella joyas de la arquitectura virreinal, del porfiriato, del periodo post revolucionario y del movimiento moderno.

Su carácter sincrético refleja la personalidad ambivalente de los tapatíos, que conviven entre una pizca conservadora, pero también innovadora, y es que esta mezcla se ha cocinado a fuego lento durante casi cinco siglos gracias a varios factores determinantes desde su fundación: La Ciudad ha sido privilegiada gracias a una ubicación geográfica entre llanuras y al clima templado, que desafortunadamente empieza a ausentarse, pero también su fuerte vocación comercial ha propiciado el intercambio de ideas y la visita de extranjeros que han abierto la visión en términos culturales y económicos.

"Históricamente Guadalajara ha sido una tierra de talentosos creativos, si hacemos una revisión de la vocación, en la Ciudad hay una clara sensibilidad artística, es quizá la cuna más importante de artistas en México en proporción y densidad, respecto a otras urbes del País; lo mismo ocurre en el campo de la arquitectura; ha habido movimientos fundamentales desde la Escuela Tapatía de Arquitectura hasta el Movimiento Moderno", relata el arquitecto Xavier Iturbide, autor del popular sitio Revisiones GDL dedicado a la arquitectura tapatía.

"Guadalajara no es una ciudad industrial como Monterrey, siempre ha tenido una vocación comercial desde su fundación, mucha gente de fuera viene aquí porque puede emprender negocios porque si bien el cliente es complicado, también acepta los nuevos conceptos mejor que en cualquier otro lado, eso ha facilitado que Guadalajara sea siempre un terreno para la innovación".

Si hubiera que determinar el estilo arquitectónico predominante en las calles tapatías debería ser el ecléctico, que mezcla distintos elementos de varias corrientes artísticas para crear una pieza completamente nueva. Uno de los edificios más emblemáticos del paisaje de la Ciudad refleja esa combinación -a veces involuntaria-, de ideas y postulados: la Catedral Metropolitana, manifiesta el académico e historiador, Efraín Franco Frías.

"Es el eclecticismo el que domina el paisaje tapatío y el mayor ejemplo de estas estructuras mixtas o de este collage es precisamente la Catedral Metropolitana, que es un cúmulo de estilos arquitectónicos, tiene estilo neoclásico, arabesco, neogótico, sin que domine ninguna de las tendencias.

"Por lo tanto la Catedral se vuelve un buen símbolo de lo que es la arquitectura en Guadalajara, una asimilación de múltiples tendencias, corrientes y estilos", añade Franco Frías, también titular del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad de Guadalajara.

LENTO INICIO

La fundación de Guadalajara fue algo accidentada y compleja, pero finalmente tras una década de peregrinaciones y tres intentos fallidos, el 14 de febrero de 1542 se instaló definitivamente en el Valle de Atemajac, con una incipiente población de 300 españoles peninsulares e indígenas.

Desde su etapa fundacional, la urbe ha visto ejemplos excepcionales de arquitectura civil y religiosa en estilos tan diversos como el barroco, el neoclásico, el neogótico, el neomudéjar, el ecléctico, el art déco y el modernista.

El catálogo variado de corrientes artísticas tiene que ver con este carácter experimental e innovador que se ha construido en tierras tapatías y que aspira a digerir las influencias externas e imprimir un sello propio de la idiosincrasia regional, califica el arquitecto Xavier Iturbide.

En ese contexto y apegada a su tiempo, la arquitectura virreinal siguió una relación obligatoria pero también armónica bajo el dominio de la corona Española. Sus primeros edificios, construidos en el siglo 16 se erigieron entre un discreto despliegue barroco, pero también entre fincas modestas y humildes de adobe de una sola planta y un trazo que incluía un zaguán y un patio central a cielo abierto rodeado de habitaciones, apunta la arquitecta y editora Arabella González Huezo.

Este tipo de construcciones serían una constante en el paisaje, pero en el siglo 18 y 19 empezaron a despegar con fuerza diseños más complejos, con cantera dorada, piedra y adobe, que le dieron forma a monumentos barrocos y neoclásicos que ahora forman parte de la lista de monumentos indispensables en el paisaje urbano tapatío, apunta Franco Frías.

"Indudablemente Guadalajara es el receptáculo de una gran diversidad de corrientes artísticas, por ejemplo, en el virreinato hubo cierta unidad arquitectónica por el dominio cultural y simbólico de España, que poco a poco se diversificó con estilos como el barroco y el...

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