Jesús Silva-Herzog Márquez / El primer año (otra lectura)

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La reforma energética es el cambio más profundo de las últimas décadas. Unos lo festejan como si fuera la catapulta que nos hacía falta, otros lo lamentan como muerte de la nación misma. No soy capaz de identificarme con unos ni con otros pero logro advertir la trascendencia de la reforma. Carezco de la contundencia anímica de los optimistas y de los pesimistas para creer que sólo maravillas o maldiciones se desprenderán del cambio, pero parece indudable que se trata de una reforma importantísima en lo económico, lo institucional y lo simbólico. El cambio pone fin a una era e inaugura, posiblemente, otra. Los efectos del cambio dependerán tanto de su gestión como de su definición normativa.

Algo debe reconocerse de inmediato: el gobierno apostó todo a la reforma y la consiguió. Si el gobierno de Peña Nieto buscaba una medida para probar aquí y afuera su eficacia, una clara señal de su ambición reformista era precisamente en esta materia, en el más profundo de los símbolos del nacionalismo económico. El éxito del gobierno es innegable. Podrá debatirse el impacto de las reformas, podrá cuestionarse el método empleado para conseguirlas pero no puede menospreciarse la capacidad del gobierno para llegar al sitio al que se propuso llegar.

Tal vez sin plan, el gobierno sostuvo una política flexible de alianzas. El pacto inicial le permitió al gobierno enfrentar a poderes que se consideraban imbatibles. Gracias a esa coalición desideologizada, pudo recuperar la conducción estatal de la política educativa y la regulación de las telecomunicaciones. Hoy lo decimos con velocidad pero hace pocos meses, se consideraba una aventura imposible. El muro de poder con el que topaban las ingenuas ambiciones gubernamentales. Del brazo de la izquierda y de la derecha, el gobierno de Peña Nieto logró lo que durante años, décadas quizá, se consideraba impensable. Hay, desde luego, muchas críticas que hacer a lo reformado y, sobre todo, a los pendientes de esas reformas pero, ¿puede negarse que gracias al Pacto por México se recuperó la conducción estatal de aquello que había sido controlado por los "poderes salvajes"? Lo notable es la adecuación de la palanca a la traba. Para las reformas que requerían una coincidencia de Estado, la recuperación del músculo de lo público tejió la amplísima coalición que iba de la izquierda a la...

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