Silicon Valley: Un ecosistema tecnológico

AutorLisa Antillón Kantrowitz

Especialista en temas de desarrollo internacional

PALO ALTO, California.- Jueves a mediodía esperando en la fila para un panino en el Coupa Café, célebre lugar de reunión para empresarios, inversionistas, estudiantes y emprendedores en el centro del Silicon Valley. A simple vista, el lugar es relajado: música pop latina, un menú sencillo compuesto de sándwiches, sopas del día, arepas y ensaladas; comensales vestidos con ropa casual y camisetas con el logotipo de Stanford, de los Warriors, o de la empresa para la cual trabajan, que combinan con la omnipresente chancla de alberca.

Pero las apariencias engañan. Si te detienes a observar unos segundos, notas que prácticamente todos, solos o acompañados, tienen a la mano una tableta o laptop y, si eres aficionado a escuchar las conversaciones en otras mesas, te das cuenta de que, a diferencia de cualquier café en otra parte del mundo, aquí nadie está conversando para pasar el tiempo o ponerse al tanto de la vida, los hijos, la última película. Tampoco vienen a ligar. Están intercambiando ideas para crear una nueva app, persuadiendo al interlocutor para que invierta en su nuevo startup o adquiriendo la empresa que usas para enviar textos y memes a todos tus contactos en miles de millones de dólares. Son intensos. Sueñan, respiran y se alimentan de la palabra innovación ("la creación de productos, procesos, servicios, tecnologías o ideas que son puestos al alcance de mercados, gobiernos y la sociedad"). Al calor del café, del especiado chai o de un té verde limpia-arterias, innovan, comercializan y comparten ideas, que es la principal materia prima del Silicon Valley.

Ideas para resolver problemas. Ideas que se convierten en soluciones que son a su vez la materia prima y el motor para la gran revolución tecnológica de nuestros tiempos. Quizá no nos demos cuenta, pero la revolución tecnológica actual es tan dramática como la revolución industrial del siglo XIX y los protagonistas están aquí comiendo sándwiches mientras transforman sus ideas en productos innovadores que comercializan a toda velocidad para ser los primeros en el mercado. Una especie de juego de Monopoly en el que se arman estrategias para quedarse con mercados que aún no existen, pero que están sedientos de bienes y servicios que nos permiten entretenernos, comunicarnos, transportarnos y trabajar más rápido, mejor y a menor costo. Si tienes un ojo en este artículo y otro en el WhatsApp, sabes a lo que me refiero.

Aquí el rey supremo es el ingeniero, sin importar su color o nacionalidad, aunque si eres de India o tus papás son chinos existe una alta probabilidad de que te conviertas en CEO de tu empresa, ya que has recibido una educación esmerada; si eres mexicano, no eres ingeniero, así que realmente no participas del fenómeno, y si eres afroamericano, vives del otro lado de la bahía. Si eres mujer, también es muy probable que seas ingeniera y ganes un buen sueldo, aunque seguramente no eres la jefa. Tampoco importa si vienes de una familia "conocida" ya que, de todos modos, casi nadie es de aquí y lo que importa es el talento.

Hay un importante número de jóvenes nerds que vendieron sus empresas y hoy son multimillonarios, pero la mayoría de los emprendedores tiene entre 55 y 64 años y construyeron sus carreras en empresas grandes y startups.

Sus hijos e hijas no son "mirreyes"; sacan buenas calificaciones, pasan horas haciendo tareas todos los días, tocan un instrumento en la banda de la escuela sin que nadie se burle de ellos, participan en las ferias de ciencia y tecnología, practican algún deporte competitivo y se sienten tan presionados como sus papás para hacerla. Heredar la empresa familiar no es su tirada, ni siquiera para los más ricos. Quieren innovar. Curar el cáncer, optimizar costos de lo que sea, crear el mejor videojuego, teletransportarse. Escuchan demasiadas historias de gente cercana con uno o dos doctorados que emprende, vende la empresa y vuelve a emprender. Una generación de niños ansiosos demasiado enfocados en el futuro, que no juegan en las calles (ya sea porque están ocupados en actividades extracurriculares o porque están pegados a una pantalla), como muchos niños de clase media de la Ciudad de México, aunque sin el tráfico y la inseguridad y sin la ventaja de tener primos y abuelos -con la excepción de muchas familias chinas, coreanas y vietnamitas, en las que los abuelos crían a los nietos mientras los papás trabajan-. Quizá por esta razón el domingo es el día más intenso de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR