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El sigilo de Ebrard

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Vincent
AutorJorge Ricardo

MÉXICO.- Sólo hubo un silencio que pareció más grande que el de los 46 mil 800 metros cuadrados del Zócalo de la Ciudad de México, cerrado al público para la ceremonia por los 700 años de Tenochtitlán: el del Canciller Marcelo Ebrard que al final se fue solo, quizás pensando en sus aspiraciones presidenciales muertas.

Llegó antes que la ex mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, y que Claudia Sheinbaum. Fue el primero en llegar y el primero en irse. Entre uno y otro momento, el Presidente Andrés Manuel López Obrador convirtió una ceremonia sin base histórica en un mitin a favor de la Jefa de Gobierno.

"Aquí en la Ciudad, en la que los aztecas llamaban 'El ombligo de la luna', gobierna una mujer excepcional, trabajadora, honesta, inteligente y de profundas convicciones humanitarias. No podría dejar de decir que en la lamentable desgracia del Metro de Tláhuac seguirá habiendo atención y apoyo para los familiares de las víctimas", dijo el tabasqueño.

Así la rescató de cualquier responsabilidad por la tragedia que causó 26 muertes. Le tendió la mano, la ayudó a bajar del podio. Se fueron a la izquierda con Rousseff. "Siempre a la izquierda", dijo López Obrador sonriendo, mientras en la fila de atrás, mucho más atrás de lo que parecía, Ebrard, Jefe de Gobierno cuando se construyó la Línea 12 del Metro, miraba las ruinas del templo azteca.

Lo demás, apenas fue la forma. Es decir, el silencio de Estado impuesto en todo el Zócalo cerrado, las 11 entradas, el Metro, la estación del Turibús y los restaurantes y librerías cercanas. Sobre Madero y Donceles los policías prohibían el paso a quien no demostrara trabajar o vivir adentro. Revisaban bolsas y mochilas en busca, decían, de carteles de protesta. Sobre 20 de Noviembre, los granaderos bloquearon el paso a una manifestación de indígenas que pedían viviendas dignas. En la esquina de Moneda, unos 30 policías y agentes vestidos de civil cuidaban por...

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