Sergio Aguayo / En las trincheras

AutorSergio Aguayo

¿Qué tienen en común el desarme de las autodefensas michoacanas, las candidaturas independientes y la cuarta edición del Índice de Desarrollo Democrático? Ser indicios de una democracia mediocre y de una relación entre clase política y sociedad fracturada.

Michoacán. Para apreciar el momento ubiquémoslo en la historia. Si se comparan las historias de la mafia estadounidense, los cárteles colombianos y el crimen organizado mexicano, vemos que nunca antes había habido una rebelión popular tan extendida y exitosa como la michoacana. En un año desencadenaron dinámicas que fragmentaron un cártel poderoso; ese proceso llevó más de una década en Estados Unidos y Colombia.

Al gobierno mexicano le urgía meterlos al redil institucional; su presencia era un recordatorio perenne de la debilidad estatal. Lo lograron... a medias. Está en marcha un desarme a la michoacana: las autodefensas preservarán sus armas y se someterán a algunos controles hasta que se pulverice y neutralice a los Templarios. Entretanto hay una lección clarísima: los gobiernos son incapaces de otorgarnos seguridad; ésta depende en primer lugar de lo que haga la ciudadanía organizada.

Candidaturas ciudadanas. Un rasgo de nuestra transición es que la sociedad se moviliza y la élite política capitaliza. Después del Movimiento del 68 y de la Guerra Sucia viene la reforma electoral de 1977, donde a los partidos se les unge como "entidades de interés público"; después de la insurrección zapatista y ciudadana de 1994 llega la reforma de 1996 que quintuplica el monto de las prerrogativas entregadas a los partidos; y en 2007 los partidos digieren el fraude electoral de 2006 modificando la Constitución para asegurarse un aumento anual a sus presupuestos. Son las únicas instituciones públicas con este privilegio.

La reforma político-electoral que se debate en estos momentos se distingue de otras porque los partidos hicieron a un lado el decoro y compiten para ver quién se inventa más cláusulas para evitar la participación ciudadana. El ejemplo más grosero son los requisitos impuestos a las candidaturas independientes. Les cierran el acceso a la radio, la televisión y el financiamiento público, pero les exigen un número de firmas muy superior al solicitado a los nuevos partidos políticos. Son guerreros conjurados para morir luchando por preservar cargos, presupuestos y moches.

Los indicadores numéricos. Si juntáramos las encuestas, informes y estudios sobre la democracia mexicana...

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