'Sanan' gente, no vestigios

AutorYanireth Israde

El Templo del Fuego Nuevo, ubicado en la cúspide del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, fue convertido ayer en territorio de "sanadores".

Sus masajes y ritos concentraron una multitud que obstaculizó el tránsito y puso en riesgo la seguridad de las personas y de los vestigios arqueológicos, advirtieron Rodolfo Ruiz, apoderado legal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y Valentín Frías, custodio de la zona.

"El peso sí nos impacta, porque al centro de la pirámide hay otros materiales prehispánicos correspondientes a las primeras etapas constructivas. La gente debe ser más consciente, no tratar de salirse con la suya", añadió el arqueólogo Carlos Salas, responsable del área.

"No podemos impedir nada, pero debemos limitarlos", refirió el especialista mientras los "hermanos sahumadores", que llegaron a las 10 de la mañana a instalarse en el templo, acumulaban una numerosa clientela tras cuatro horas de trabajo.

"Lo ideal sería no organizar este tipo de acciones. Y si lo hacen, que fuera un rato, no todo el día", acotó Ruiz.

Frías calculó que, a las 14:00 horas, alrededor de 4 mil personas habían subido al templo.

La conmemoración del Viernes Santo coincidió excepcionalmente con la celebración del 21 de marzo, fecha que por tradición se asocia al Equinoccio de Primavera -fenómeno que este año ocurrió el 19 de marzo- y suele festejarse en lo alto y alrededor de las antiguas pirámides, donde acude la gente para "cargarse" de energía.

Esta costumbre mantiene en alerta al INAH, ya que los contingentes masivos afectan el patrimonio. Este viernes, el organismo implementó un programa en distintas zonas arqueológicas del País, como Teotihuacán y Chichén Itzá, para agilizar el flujo de visitantes en los basamentos e impedir el peso de la multitud.

Pero en el Templo del Fuego Nuevo, tres "sanadores" se establecieron y hasta organizaron filas para proveer atención espiritual. En ocasiones, llegaron a esperar hasta 50 personas, quienes depositaban su "cooperación voluntaria" en un cesto. La mayoría dejaba una moneda de 5 pesos, otros de 10 y algunos un billete de 20.

Ni la presencia policiaca ni las solicitudes del arqueólogo responsable desalentaron a los "sahumadores". Sólo consiguieron trasladarlos de la cima de la pirámide hasta la plaza del basamento. Allí extendieron sus mantas, rodeadas de frutas y pétalos de flores, y sobre éstas acostaban a las personas para darles masaje en pies y brazos, palparles las vértebras de la espalda...

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