Rogelia, la zapoteca que guía a los muertos

JUCHITÁN, Oax., noviembre 1 (EL UNIVERSAL).- A pesar de ser un alma errante, del más allá, la voz de Romero no suena tenebrosa. Aunque le es desconocida, Rogelia lo escucha tranquila parada frente a un altar lleno de imágenes de santos. No es la primera vez que los muertos le hablan y le ruegan por un rezo, una plegaria que los levante y los encamine al descanso eterno.

"Biticabe na' xha'na yága tamarindu. Gundísa na' ti ganda chaa' ra liidxe', ne gue' ti xhiga nisa/ Me asesinaron debajo del tamarindo. Levántame con un rezo para que pueda regresar a mi casa por una jícara de agua", es el mensaje que Romero le dio a Rogelia a través del cuerpo de un curandero espiritualista que frecuenta para espantarse los malos aires y sacarse los sustos del cuerpo.

Rogelia no se negó y, en respuesta, el espíritu le dio santo y seña del lugar donde lo mataron. También le dio los datos de sus familiares. Sus hermanos del templo espiritista la acompañaron y dieron con la familia y con el árbol de tamarindo donde Romero fue asesinado.

Como lo prometió, esta mujer zapoteca le dedicó varios rezos y nunca más sintió escalofríos cuando pasaba frente al tamarindo, y Romero pudo descansar al fin.

"Jamás se me va a olvidar el nombre de Romero, y no se me va a olvidar porque cada vez que pasaba cerca del tamarindo me persignaba y pasaba orando porque sentía algo fuerte allí.

"Resulta que allí rondaba el alma de este hombre que mataron. Cuando me contactó me dijo que siempre me veía pasar rezando y me pidió que lo levantara de donde estaba errando", narra Rogelia convencida de la importancia de su labor.

"Me lo pidió y lo hice, porque tengo el don", repite esta rezadora tradicional, de 57 años, la única encaminadora de muertos de talla pequeña que existe en la ciudad zapoteca de Juchitán.

Rogelia Aquino Vásquez también recuerda el caso de Héctor, otro joven que asesinaron en plena carretera federal, donde quedó su cuerpo.

Al ser una muerte violenta, su alma vagaba sin descanso, hasta que un buen día vino en un sueño a Rogelia, y le rogó un solo rezo que pudiera levantarlo de aquel lugar, donde no tenía ni cruz ni flores.

Rogelia también aceptó. Siguiendo los datos que le dio, ella halló a su familia y le comunicó la petición. Ellos la acompañaron y realizó el ritual en plena carretera. Rogelia no le teme a los muertos, a veces sueña con ellos, pero los casos de Romero y Héctor son los que mejor recuerda porque murieron asesinados y sufrían errando.

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