Los reyes vencidos, de Rueda Smithers

AutorJudith Amador Tello

El director del Museo Nacional de Historia, ubicado en el Castillo de Chapultepec, Salvador Rueda Smithers, ha seguido a algunos protagonistas de la conquista de México, indígenas y españoles, hasta el final de sus vidas -las más de las veces trágicas y violentas-, con la idea de escribir en el futuro un libro que tentativamente llamará La punta del hilo.

Como parte de sus avances preparó la ponencia "Miradas a los reyes vencidos" para el ciclo "Camino de Guerra", organizado por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, conmemorativo de los 500 años de la llamada Noche Triste y de la muerte del último hueytlatoani mexica Cuitláhuac.

Su relato se inicia el 7 de marzo de 1521, cuando el rey Carlos I de España concede a Cortés su escudo de armas, un "respaldo a la economía de prestigio de las riquezas materiales que esperaba obtener luego de la caída de Tenochtitlan" y "una herramienta insustituible de ascenso social". Por ironías del destino ocurrió cuando se encontraba a la mitad de "la malhadada expedición de Las Hibue-ras", en la cual ahorcó a Cuauhtémoc, "con el disgusto de no pocos de sus hombres, como Bernal Díaz del Castillo, quien se quejó en su memoriosa Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de la injusticia contra un joven gobernante que debía ser llevado en andas por haber quedado incapacitado luego del tormento de quemarle los pies a 'fuego manso'".

Sabemos que Cortés se excusó ante el monarca español Carlos. El daño estaba hecho. También aparece por primera vez la idea de la representación plástica de los tlatoani mexica: tres coronas en el campo negro del diseño heráldico, con la superior de Moctezuma por encima de la de Cuitláhuac y Cuauhtémoc. Alrededor del escudo, las siete cabezas truncadas de los señores de ocho lugares: Tacuba, Texcoco, Coyoacán, Tlatelolco, Xochimilco, Churu-busco, Chalco e Iztapalapa. No vencidos sino acuchillados al comenzar la Noche Triste. Faltaría la de Xicoténcatl el Joven, de Tlaxcala, a quien ahorcó en Texcoco por puro cálculo político -y tal vez también antipatía personal- en medio de la guerra contra los tenochcas. Una filacteria en latín daba lema: El Señor juzgó en sus actos y fortaleció mi brazo. Se dice que Cortés lo añadió más tarde; quizás para expiar su culpa ante estos dos ahorcamientos... y los de algunos españoles, que tampoco le faltaron.

A la composición del escudo cortesia-no le rodearía la fatalidad. O mejor, la paradoja de la historia. Al paso del tiempo, los reyes vencidos seguirían respirando como eso: señores gobernantes.

En 1632 se publicó la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, extensa narración de Bernal Díaz del Castillo con apostillas y agregados del padre merce-dario Remón. El éxito fue rotundo. Su lectura sirvió de fuente para recuperar los sucesos de la conquista con los tonos de la épica...

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