La Revolución francesa y su proyección en el Caribe

AutorJuan Bosch
Páginas429-455
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Al firmarse en 1783 el tratado de Versalles debía haber en el Caribe
una población esclava de 1,200,000 almas. Puede estimarse que en
Haití había entonces unos 400,000, y como según cálculos de la época
los esclavos de Haití representaban tres quintas partes de lo que había
en todos los territorios antillanos de Francia, la totalidad de los escla-
vos de las posesiones francesas debía pasar de 600,000. Diez años
antes (en 1774), en Jamaica, Antigua, Monserrate, Saint Kitts, Nevis y
las Islas Vírgenes había mas de 280,000, de manera que agregando a
esa cantidad los de Barbados, Dominica, Granada, San Vicente, Belice
y la Mosquitia, los de las posesiones británicas debían pasar de 300,000.
Quizá los de Venezuela, Colombia, Panamá, Puerto Rico y Santo Do-
mingo no llegaban a 100,000; Cuba, que era la posesión española que
tenía más esclavos, debía andar por los 60,000. En Guatemala, Hondu-
ras, Nicaragua y Costa Rica– todo lo cual formaba, junto con El Salva-
dor, el reino de Guatemala– había pocos, porque en esa zona la mano
de obra servil era indígena. Los de las islas holandesas y danesas, y
los de la, pequeña posesión sueca de San Bartolopodían sumar
unos pocos millares.
Al tratar los acontecimientos del siglo XVI dimos cuenta de las prin-
cipales rebeliones de esclavos en esa centuria, y en verdad no fueron
muchas; fueron menos frecuentes todavía en el siglo XVII, pero entre
éstas hay que destacar la de Jamaica, provocada por la ocupación in-
glesa en 1655; una rebelión larga y dura, según explicamos en el capí-
tulo IX. Al aumentar en el siglo XVIII el número de esclavos con la ex-
tensión de la producción de azúcar, algodón y otros renglones, los
Capítulo XV
La Revolución francesa y su proyección en el Caribe
Juan Bosch
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alzamientos comenzaron a ser más frecuentes. En realidad, el siglo XVIII
fue el siglo de las rebeliones de esclavos en el Caribe.
El número de esclavos aumentaba, no sólo porque se importaban
más, sino porque nacían muchos hijos de ellos, y esos hijos, salvo una
minoría que tenía la suerte de ser declarada libre, estaban también
sometidos al régimen de la esclavitud. Un número importante de hijos
de amos y esclavas, que desde luego eran mulatos, entraba en el
grupo de los libres y con frecuencia heredaba el nombre y los bienes
del padre pero eso sucedía sobre todo en los territorios españoles y
franceses, porque en las dependencias inglesas un mulato equivalía a
un negro: los dos eran “gentes de color”, y nunca tendrían el derecho
de vivir en la sociedad de los blancos.
Las rebeliones negras del siglo XVI podían considerarse una mera
prolongación en tierras americanas de las luchas que se llevaban a cabo
en África para capturar esclavos, pero las del siglo XVIII eran expresiones
inequívocas de una lucha de clases limitada a los territorios de América;
una lucha de clases de carácter muy violento que se hacía compleja
debido a la serie de circunstancias que diferenciaban social, económica,
física y culturalmente a los adversarios. Los esclavos eran obligados por
la fuerza a trabajar en beneficio de sus amos, pero además ellos eran
negros y sus amos blancos, ellos tenían conceptos culturales distintos
a los de sus amos, ideas de la organización social diferentes a las de
los blancos y hasta sentimientos y hábitos religiosos distintos. En
todos los aspectos, pues, había razones para que los esclavos se rebela-
ran. Lo que sorprende es que no lo hicieran más a menudo y con más
saña.Sería difícil hacer un recuento completo de los levantamien-
tos negros del siglo XVIII. Algunos fueron cortos, pero violentos; en
unos participaron pocos esclavos y en otros participaron muchos; en unos
murieron pocos blancos y en otros murieron bastantes. Los principales
ocurrieron en casi todos los territorios del Caribe. Los hubo en Haití en
1724; en Saint Kitts y Nevis en 1725; en Antigua en 1728; otra vez en
Haití en 1730; en Saint John en 1733; de nuevo en Haití en 1734; y
en Antigua en 1737; otro más en Haití en 1740; uno en Yare, Venezue-
la, en 1747, y en el mismo año hubo una seria conspiración de esclavos
en Jamaica; tres años después, en 1750, una rebelión de ellos en Cura-
zao y en 1754 otra en Jamaica.

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