Reprueban la televisión en Metro y Metrobús

AutorJudith Amador Tello

Los largos y fastidiosos minutos en espera de la llegada del convoy naranja logran, inevitablemente, que los usuarios del Metro volteen hacia las pantallas de televisión colocadas en los andenes. El sonido de los videos musicales con las figuras de la farándula de su programación se mezcla con la música a todo volumen de vendedores de discos piratas que al arribo del tren mudan rápidamente de vagón.

Se suma el barullo de la gente que entra y sale de los carros -las más de las veces a empellones-, el ruido de cantantes y músicos, pedigüeños y ambulantes que uno tras otro, como en procesión, ofrecen toda clase de baratijas "fabricadas" en un país que hace tiempo ha venido abandonando su propia industria.

Es difícil precisar el momento en el cual los habitantes de la Ciudad de México y el área metropolitana dejaron de ser ciudadanos con derechos y demandas de un mejor sistema de transporte, para ser consumidores potenciales. El Metro, el Metro-bús, los parahuses, puestos de periódicos y demás mobiliario urbano, la ciudad misma ya no son sólo una suerte de mercado, sino un enorme escaparate, donde cada rincón que exponga publicidad se vende a precio de oro.

Los precios varían según el tipo de anuncio. La revista Letras Libres informa que van de 477 pesos, el más pequeño, hasta 19 mil 550 un panel de andén mensuales.

Y aunque a los usuarios les parecerían más familiares palabras como rapidez, eficiencia, comodidad, limpieza, que desearían encontrar en el transporte, conviven cotidianamente, y sin saberlo, más con otros conceptos que les son ajenos: Paneles, antepechos, dovelas, cabeceras, tolvas, peralte... Todos son espacios que el anterior gobierno, encabezado por Marcelo Ebrard, concesionó a distintas empresas para vender publicidad. ¿A cambio de qué? De un pago, no en efectivo, sino en especie de entre 10 y 20%, según sea el caso.

Hay que añadir a los espacios publicitarios de la urbe referidos, las gigantescas pantallas en la glorieta del Metro Insurgentes. Y por si todos ellos no bastaran para anunciar productos comerciales, hace meses comenzaron a colocarse pantallas de televisión en el Metro operadas por la empresa Isa Corporativo, S.A., de C.V. En el Metrobús ya existían con las empresas Tele Urban y Ay TV's.

Para expresar su desacuerdo con esa invasión a la vida cotidiana en el transporte, el poeta David Huerta consignó en una de sus columnas en el diario El Universal, que el Distrito Federal "se ha convertido en un laberinto o amasijo de fealdades". Advirtió que todo el ruido del ambiente al cual se suma el de estas pantallas es enemigo de la lectura.

Y es que hay que recordar que en gobiernos anteriores el Sistema de Transporte Colectivo Metro colocaba libros en sus estaciones como parte del programa Para leer de uolada en el Metro, que los usuarios podían leer durante su trayecto y dejarlo en otra estación. El programa dejó de operar, pero aunque alguien desee leer ahora sus propios libros, revistas o periódicos el ruido no lo permite.

Claro y sin rodeos, el sociólogo y especialista en medios de comunicación Javier Esteinou Madrid, investigador del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana...

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