Renegociar el TLC para revertir sus efectos

Más allá de los efectos cuantificables del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) en el campo cultural (con datos duros sobre los graves perjuicios en el cine o industrias como la editorial o de la música), hay terrenos inasibles que también han resentido las consecuencias de haber firmado el acuerdo sin reservas para la cultura: La identidad y el patrimonio cultural tangible e intangible.

Pero cómo medir donde lo que hay es un vaciamiento de significados, una pérdida de valor simbólico. Quién puede decir en qué porcentaje los mexicanos se identifican o reproducen menos sus tradiciones populares con respecto a 1994, cuando entró en vigencia el tratado. Cuántas zonas de monumentos arqueológicos, históricos y artísticos se han visto afectados, de qué manera, o qué comunidades lo padecen más.

No hay cifras. Pero tres especialistas consultados por Proceso, Carlos San Juan Victoria, Ana María Salazar y Antonio Machuca, coinciden en los efectos directos y colaterales: Hay una cada vez mayor mer-cantilización de bienes que originalmente fueron colectivos, un cambio de lo público a lo privado, el avasallamiento de territorios por empresas nacionales y transnacionales, industriales y turísticas, y en suma, una pérdida de la soberanía en aras de beneficios económicos.

Irresponsabilidad

Vía correo electrónico, el investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Carlos San Juan Victoria, recuerda que el responsable de las negociaciones, Jaime Serra Puche, entonces secretario de Fomento y Comercio Industrial del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, se atuvo a la supuesta fortaleza de la cultura mexicana para no considerar la excepción cultural pues aquella "se defendía sola". E insiste en ello:

"A 20 años Serra Puche reiteró su irresponsabilidad y el abandono consiguiente de cuatro sexenios ¿serán cinco? del ejercicio soberano para potenciar su riqueza cultural como nación en el nuevo mundo de la integración al bloque del norte. Esperemos que algún diputado o ciudadanos adviertan ese abandono literal de la soberanía."

La cultura es para el historiador "un amplio continente de prácticas humanas (patrimonios, imaginarios, identidades, tradiciones, artesanías y artes, medios audiovisuales) que no puede estar indemne del flujo intenso de comercio y finanzas de la mayor región de intercambios del mundo, y en vecindad con la potencia del entretenimiento y de la conversión de toda cultura en mercancía con copyrights".

Y lamenta que más allá de "la fabricación orweliana de cifras exitosas", no haya una real evaluación oficial de los impactos en cada ámbito. Sugiere incluso recurrir al Instituto Federal de Acceso a la Información para que se rindan cuentas.

Está convencido de que se pudo lograr una integración regional sin quebrantar las redes productivas, simbólicas y sociales del país, como lo hizo Lázaro Cárdenas en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y "la urgencia de alianza militar estadunidense". Planeó aliarse con los vecinos del norte "pero, el gran pero, fortaleciendo la soberanía inter-na". Manuel Ávila Camacho concluyó el acuerdo "pero con el reconocimiento a la expropiación petrolera, un relativo acceso a empréstitos y cero presencia territorial estadunidense".

A final -lamenta parafraseando al funcionario salinista-, no obstante se tenía la experiencia de Canadá, que sí advirtió que en la cultura "descansa el tejido simbólico e identitario de localidades y de la nación misma, México no hizo nada 'por la fuerza de su cultura'". Y a la desprotección del tratado, "muda y mañosa", implementó políticas internas que han promovido la...

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