Reflexiones Respecto de la Enseñanza del Derecho en la Formación del Jurista

AutorDr. Arturo Vázquez Espinosa
Páginas58-61

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El misticismo que reviste enseñar el Derecho, es un tema de vital importancia en la formación del peril del jurista, que demanda el Estado y la sociedad.

Es urgente una revisión de los planes y programas de estudios, a través de los cuales, se sustenta la currícula en las universidades, escuelas, institutos y centros de formación jurídica, que independientemente de su naturaleza pública o privada, son dignas de reconocer por el esfuerzo que invierten en el desarrollo de la formación jurídica de nuestra sociedad. El diseño del Plan de Estudios requiere la concurrencia de la Pedagogía y la Didáctica. Se trata de ciencias rectoras de la formación y educación que han quedado al margen, si no es que ignoradas por los académicos del Derecho, quienes de manera impositiva se oponen a la implementación en una enseñanza en la materia como profesión jurídica, cuyo objetivo radica en cimentar, dirigir y coordinar el desarrollo integral del abogado.

Dentro de gremio, referirse al catedrático del Derecho, comúnmente se le identiica como el colega que carece de éxito profesional. Excepcionalmente se reconoce que por la experiencia adquirida, es digno de la conianza social en la profesionalización de juristas. Ello implica cuestionar si en realidad somos dignos de ser docentes; nuestras aptitudes y actitudes en la cátedra; ¿en verdad son las del catedrático que sustenta su enseñanza de manera coordinada con la Didáctica y la Pedagogía?, ¿o simplemente nos limitamos a ser dictadores, lectores, o emisores de la ley a receptores pasivos?

El problema de la enseñanza jurídica comienza por el peril del docente, que exige el compromiso previo de enseñar mediante la crítica objetiva, el análisis imparcial, la cimentación del conocimiento, la actuación como coordinador del alumno en el proceso de enseñanza y retroalimentación conjunta. Todo lo anterior, forjado en el proceso de investigación metodológico; objetivo que culmina, en profesionales comprometidos con la educación continua y la investigación autodidacta de los asuntos coniados en su formación académica.

Esto exige la convicción por la enseñanza. Un académico que no se compromete a forjar profesionales del Derecho, transgrede el juramento recepcional, los mandamientos del abogado y decepciona a la sociedad que le delegó el honor de ser semillero profesional. Defrauda sus ideales, sus virtudes y sus valores al desempeñar simuladamente una ocupación que no lo motiva como ser, ni como profesional...

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