Rebanadas / Agasajo ibérico

AutorCony Delantal

Hay propuestas culinarias que satisfacen y otras que conquistan desde del primer momento. A las primeras vamos para cubrir una necesidad fisiológica; a las segundas, para apapacharnos. A este último grupo pertenece Bulla, un rincón sencillo, sin pretensiones, en el que se disfruta de la cocina española.

Este lugar, en la Condesa, es chiquito pero acogedor. Y Pedro Martín, quien ya había conquistado a los amantes de las tapas con Jaleo, está a cargo de la cocina.

Dos cosas me sorprendieron al llegar: la primera, que la persona que nos recibió, un joven que lucía tatuajes en los brazos, me dijera que debido a la inseguridad de la zona, me recomendaba estacionarme más cerca del restaurante. ¿Qué necesidad hay de preocupar a los comensales?

La segunda, que este mismo personaje comentara que Pedro Martín no tenía nada que ver con el restaurante. Después confirmé que él es, efectivamente, el chef... pero que ojalá no. El hombre dijo que, aunque las recetas de Pedro eran buenas, la magia se debía al resto de los cocineros. No entendí el afán de desacreditarlo.

Yo fui, precisamente, a consentirme con los platillos de Pedro. Algunos de ellos, como el lechón, han sido imitados por otros restaurantes, pero jamás les quedan como a él.

Ya sentados, mi marido, mi compadre y yo, probamos unas deliciosas croquetas ($160). Pedimos una orden de ocho piezas crujientes, mitad de bacalao y mitad de morcilla. Aunque las de bacalao eran ricas, a las de morcilla les hicimos fiesta. De sabor marcado y ligeramente dulce, son dignas de probar.

Mi compadre, amante de la cocina española, no pudo aguantarse las ganas de jamón serrano ($350) en un rico pan con tomate ($40). La tradicional Estrella de Galicia ($90), cerveza de cuerpo ligero, fue elegida por ellos para disfrutar ese jamón sedoso. Yo probé un Petite Sirah de Las Nubes ($125).

Al centro pedimos un exquisito arroz ibérico ($270). Su textura cremosa y ese sabor que nace del tomate rallado con el manchego, de inmediato nos sedujo. Con el pan de la casa, de migajón esponjoso y corteza crujiente, produjo una explosión de sabores en el paladar.

De entre los fuertes, elegimos lechón confitado ($350), otro plato representativo de este cocinero nacido en las Islas Canarias. La predilección de mi marido por esta preparación no es gratuita: la corteza es crujiente y la carne, increíblemente suave. Se sirve en forma de bloque, con rebanadas de papa y un poquitito de cebolla. Un manjar francamente imperdible.

Con otra...

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