Rafael Segovia / Presidenciables

AutorRafael Segovia

La campaña electoral no sólo empezó sino que mostró desde el primer momento su rostro más desagradable, lleno de tapujos y obligado a recurrir, desde incluso antes de la largada, no a los defectos que tiene toda política sino los que tienen los políticos, todos los que se dedican a esta actividad. No hay políticos buenos y malos, todos son iguales, el oficio no admite gradaciones ni diferencias. Se enteran -o hacen como que se enteran- de lo que todo el mundo conoce desde hace años.

La procuradora aprende en estos últimos días quién era el señor Hank Rhon. Era, conviene señalárselo porque en México los procuradores sólo se enteran de los acontecimientos por orden superior, ejemplo de cómo un ciudadano tenía una cantidad de armas para organizar un ejército privado y adueñarse de un estado. El acopio de armas, como se le dice al público, no es nada nuevo. Pasan éstas por las fronteras terrestres, marítimas y áreas sin que nadie ni nada pueda impedirlo, aunque en un momento determinado por alguien aparece por medio de un hombre de características determinadas este apetecible arsenal. No apetecible porque las armas sean de por sí apetecibles, sino porque aparecen cuando deben, cuando es necesaria su aparición. ¿Quién las tenía? Ya se sabía, no el pelado que no tiene con qué pagar una sola, sino quien tiene eso, dinero para comprar cuantas le apetezcan. Es probable que el dueño no supiera cuántas tenía, pero era necesario que las tuviera. Como él, armado hasta la punta de las uñas, hay más de uno, quizá mil, 10 mil o más, pero la procuradora no se había enterado. Todos lo intuíamos porque los simples mortales se imaginan las cosas, pero sólo las saben cuando por orden superior se les dicen.

Hay más de un político que molesta y todos sabemos que molesta. Por sus méritos, su pasado y su presente, porque quiere participar en un juego al que nadie le ha invitado, porque es un juego más complicado que el que se lleva a cabo en sus casinos y bastante más caro, sólo pueden jugar algunos designados de antemano.

El secretario Cordero ha sido designado jugador por sus pares. No estamos convencidos de que las cartas que le han dado sean triunfos, puede que tengan menos poder que un dos de oros -aunque lo maneje de vez en cuando-, puede ser que el as en este juego no esté aún distribuido, pero se olfatean unos a otros y se conocen a los que ya no tienen la menor posibilidad de jugar, ni...

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