Querida en el corazón de México

AutorAntonio Bertrán

México aflojó el cuerpo y aprendió a jotear con Juan Gabriel.

Chaqueta cuajada de canutillos, el prendedor al cuello que, atrevido, suplanta la fálica corbata; de pasito quebrado y melena que se mueve loca; una voz que cimbra el Palacio de Bellas Artes y cualquier palenque, pero, al mismo tiempo, tiene un timbre afectado, el artista no necesitaba frasear más su ser rarito porque "lo que se ve no se pregunta".

Además, en el reino del mariachi, el "divo" es eufemismo de ser gay.

Están de más las fotografías que lo exhiben gozador, en los brazos de efebos que ilustran Juan Gabriel y yo, publicado en 1985 por quien se dijo su amigo, confidente y "secretario", Joaquín Muñoz Muñoz, alias Yaki. Un librito mal impreso en los talleres de Praxis y peor escrito por su autor, que con la muerte del ídolo se convertirá en una joyita de la más barata bisutería de la chismografía del corazón. Tan prescindible como este párrafo.

Durante más de cuatro décadas, Alberto Aguilera Valadez empeñó su talento y encanto para tocar almas al poner sentimientos universales en palabras sencillas y letras pegajosas, sí, pero sobre todo para materializar en sus conciertos por el vasto territorio del supermachismo la máxima fantasía del homosexual: seducir, precisamente, al macho más recalcitrante.

Cuando alcanzaba la apoteosis de algún show, con esa misma cadencia ascendente de sus canciones, el intérprete que ya había transformado en veneración el morbo con el que lo escrutaban sus iguales soltaba, como un desafío, uno más allá del sombrero de charro en versión floripondio: "¿Quién se quiere casar conmigo?".

Y los eufóricos "yo" masculinos opacaban los de novias, esposas, amantes y hasta madres que asumían como lógico ver a sus hombres rendidos ante esos pequeños pies calzados con botines de taconcito afeminado. Juanga era, sobre todo, el ídolo de las joteras.

Hasta el macho por antonomasia, el charro Vicente Fernández, que alguna vez había declarado que el cantautor no le "caía bien" -y que era correspondido-, finalmente sucumbió tras su muerte para decir, al menos de cara al pajarito de las redes sociales: "Cuánto me pesa la partida de Juan Gabriel, un gran artista y un excelente ser humano".

En las reuniones de ese baluarte para México que nos acabamos de enterar es la familia "natural", después de los tres tequilas del chiste que diferencian al heterosexual del maricón, ¿qué semental herido no ha bajado la guardia del estereotipo viril para cantarle a su "Querida...

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