El principio

AutorHeberto Castillo
Páginas49-85
49
MWLW
Fue un estallar de cristales, sordo, confuso, inexplicable. Des-
pués el vacío, la oscuridad. La noche. Yo caía sin saber cómo
ni a dónde.
Genaro luchaba en su terruño al lado de los campesinos. En
Iguala un día cundió la represión. Hubo muertos y heridos, Genaro
fue acusado por un testigo presencial que juraba haber visto cómo
la bala que salió de su escuadra iba a dar en el pecho de un agente
judicial.
Vista de Supermán
le decían.
Había orden de aprehensión contra Genaro. Por eso andaba fuera
de Guerrero, su estado natal. Pero hacía incursiones. Y participaba en el
Movimiento de Liberación Nacional (MLN) coincidiendo, primero, con
Alfonso Garzón Santibáñez y Humberto Serrano en la organización cam-
pesina. Después, éstos se escondieron, se fueron al PRI. Ramón
Danzós, cofundador con Garzón y Serrano de la Central Campesina
Independiente, se quedó en la izquierda, en el Partido Comunista de
México (PCM). Genaro permaneció en el MLN y desde ahí organiza-
El principio
50
››
Heberto Castillo
mos algunos mítines en el mero Chilpancingo, sin que lo molestaran.
Pero no teníamos confianza. Sabíamos de la orden de aprehensión.
Una mañana de 1966, charlábamos en las oficinas del MLN en
la calle de República de El Salvador. Genaro no veía posibilidades a la
lucha abierta, legal. Había sufrido en carne propia la represión y visto cómo
el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz reprimía a los obreros y campesi-
nos. En toda la República había agresiones sistemáticas en contra
de quienes osaban actuar en las organizaciones populares socialis-
tas. Era imposible registrar un sindicato nuevo, independiente. Y no
había manera de que se atendieran las quejas campesinas hechas
desde organizaciones al margen de las oficialistas.
Genaro Vázquez Rojas era hijo de campesinos, maestro norma-
lista. No olvidó su origen y siempre estuvo en la lucha, como estu-
diante o como maestro. Participó activamente en el Frente Cívico
Guerrerense y dio la batalla electoral. La represión violenta fue la
respuesta. Ahora la espada de la “justicia” pendía sobre su cabeza.
Esa mañana me enseñaba documentos relacionados con el
caso. Conocía las acusaciones y había acumulado pruebas para de-
fenderse. Tenía en su portafolio fotografías de la refriega. Amigos
de la prensa se las habían proporcionado. Eran imágenes de esce-
nas impresionantes. La muerte y el dolor se retrataba en ellas.
En el fondo del portafolio traía una pistola automática. Una
Brownie.
—Esta es la escuadra de la que dice
Supermán
que salió la bala
que mató al agente. Sus ojos de rayos X la siguieron hasta que dio
en el blanco. —Sonrió pícaramente.
— ¿Alguien lo creerá? —me preguntó.
—El juez, seguramente —respondí.
El principio
››
51
Guardó la pistola. Pregunté si le daría tiempo de sacarla en caso
de agresión. Sonrió como respuesta. Quería regresar a Guerrero,
abiertamente. Le hice ver que era del todo inconveniente.
—Había estado allá y nada había pasado —me dijo.
—La confianza mató al gato —repuse.
—Así es —respondió.
Salimos a la calle.
MWLW
En derredor todo era oscuro, ningún ruido turbaba el silencio
de la noche. Yo caía en el vacío, negro, hondo. ¿Soñaba? ¿Qué
había pasado? En fracciones de segundo trataba de recons-
truir los hechos. Nada recordaba. ¿Había explotado el avión?
Con frecuencia viajaba a Sudamérica, a Lima para dar confe-
rencias en la universidad. Supe, sí, que caía desde el cielo
¿Hacia dónde? ¿Mar o tierra? ¡Caía al vacío, negro, infinito!
Como en algunas pesadillas. ¿Ésta era otra? Caía, caía, inexpli-
cablemente no sentía miedo. Sólo caía al vacío, negro, negro.
Ángel Gutiérrez Peralta tomaba fotografías en el mercado de Coat-
zacoalcos. La policía agredía a locatarios. Entretenido en su labor
fotográfica no vio cuando los agentes le echaron mano por la es-
palda. Sabían que era un buen boxeador. En sus años mozos,
profesional. “¡Puta madre!, cuando subía al
ring
traía los güevos en
la garganta, Heberto —me decía— sólo cuando te dan los primeros
chingadazos se te va el miedo. ¡Pinche profesión tan cabrona!”.
La nariz quebrada, aplastada, sus ojos vivos, inquietos, le baila-
ban como tal vez él lo hiciera en el
ring
. Había perdido mucho pelo.
Frisaba los 40. Todo vitalidad, entusiasmo. Los deseos de hacer la

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR