La primavera de nuestras disrupciones

AutorFabrizio Mejía Madrid

La respuesta que desató el shock fue una primavera de las asambleas. Un llamado "Congreso Popular" (18 de marzo en la explanada del Monumento a la Revolución, al que asistieron tres mil 500 delegados) convocado por personajes públicos, y un "Frente por la Comunicación Democrática", alentado por la disidencia de algunos senadores. Pareció que habíamos vuelto a la era de "Los Abajo Firmantes" de mediados de los años ochenta: una indignación pública de celebridades, una disidencia testimonial, casi epistolar. Pero había un elemento distinto en estas asambleas: asistieron ciudadanos de todos los estados de la república, cada uno sacando de su propia bolsa para venir hasta la Ciudad de México, convocados por las "sales", por la urgencia de resistir. No se le dejó al personaje público la representación -hablo en sentido teatral- de las indignaciones. Ahora miles de ciudadanos quieren subirse al escenario y declamar sus verdades. Así, se reunieron voces y registros tan diversos como la Señora de Polanco que propuso "ponerle gasolina al coche y no pagarla", hasta el líder de las Guardias Comunitarias, el doctor Mireles (mensaje en video, por la persecución que sufrió), pasando por la chica de Nayarit que provocó más aplausos por los límites de su falda que por lo que nos distrajimos de escuchar: que desaparezca el término "presidente" y prive el de "servidor público". En medio, siempre una sociedad civil organizada en cientos de no-gubernamentales de abogados, periodistas, católicos de izquierdas, defensores de derechos humanos, víctimas de la violencia y de la represión con la que se trata de contenerla y aprovecharla, opinadores, y una información que documenta, y hasta macera, la indignación en las llamadas "redes sociales".

Tal crisis de representación -en el Congreso, las gubernatu-ras caciquiles, las encuestas y la televisión monopólica- produ-jo en esta primavera lo que ya anunciaban los estudiantes del #YoSoy132 en mayo de 2012: soy un ciudadano. Con nombre y apellido, la recuperación de la asamblea pública devuelve individuos que se han recobrado del desmayo inicial. Si el 132 decía "soy estudiante y no un infiltrado, como dice la televisión", la primavera de las asambleas dijo: "soy ciudadano y no me siento representado". ¿Qué es esta crisis de representación? Es simplemente decir en público: "No soy el que dices que soy". Es una declaración que va al centro de la forma en que el poder restaurado tomó las decisiones pensando que la onda del shock duraría como aletargamiento sexenal. Un poder que busca presentarse de consenso, eliminando y callando a sus opositores. En una palabra, el priismo.

La primavera asambleística ha reivindicado, una y otra vez, el artículo...

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