Plaza Pública / Los Pinochet

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El ex dictador Augusto Pinochet y su familia tienen razón para pensar, como se dice en México, que las desgracias nunca vienen solas. La multiplicación de los casos judiciales en que no sólo el general golpista, sino su mujer y sus hijos están involucrados, ha sido el preámbulo de su crepúsculo público, disminuido hasta casi la nada el capital político que amasó (tal vez porque ese tipo de patrimonio no puede ser resguardado por un banco, Riggs o de cualquiera otra denominación).

El pinochetismo quiso que su régimen, conforme a la desmesura nazi, durara si no mil años, sí algunas décadas. Se aproxima a su total desvanecimiento antes de que se cumplan siquiera dos. Las garantías de prolongación del gobierno militar a través de legisladores vitalicios y designados están a punto de fenecer para siempre. Y los partidos fundados para administrar la atroz herencia ideológica de la dictadura se han dividido al menos en apariencia (aunque ahora sus líderes busquen borrar de todos los registros públicos la huella de sus descalificaciones recíprocas).

Joaquín Lavín, el acomodaticio ex alcalde de Santiago que sucesivamente se cobijó al calor de Pinochet y luego pretendió abjurar de su fidelidad a ese símbolo de la represión, ya no podrá perseverar en una u otra actitud. Aunque conserve una posición formal en el equipo que abominó, subordinada a su más que adversario Sebastián Piñera, y aunque ingresara en el gobierno que éste formara en el remoto caso de ganar la elección el 15 de enero, Lavín ha desaparecido para efectos prácticos, junto con el pinochetismo sobreviviente hasta ahora. La derrota legislativa de algunos personeros próximos al ex dictador, y el llamado a cuentas judiciales a otros de sus allegados en el ámbito castrense, prueban que el sol pinochetista se ha puesto para siempre.

La Alianza por Chile, que prevaleció en la contienda legislativa aunque sus partidos sostuvieran sendas candidaturas presidenciales, quedó mal parada, con 5 puntos menos entre la elección de 2001 y la del domingo anterior, pues entonces alcanzó 44.27 de los votos válidos y ahora sólo llegó a 38.7 por ciento. Perdieron sus escaños en el Senado dos pinochetistas sobresalientes, Sergio Fernández, que fue ministro del dictador, y Carlos Bombal. Si a esa pérdida se agrega la de los votos de los senadores designados que dejarán de actuar en marzo próximo, y que pertenecen cuatro a las Fuerzas Armadas y dos al Poder Judicial, se aprecia mejor la merma del pinochetismo...

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