Plasma Diez en su obra una realidad delirante

AutorSilvia Isabel Gámez

"Tuve mucha suerte. Sobreviví. Soy un privilegiado", dice el escritor Rolo Diez con un resto de asombro. Sabe que podría no estar aquí. "Infinidad" de sus compañeros de lucha cayeron combatiendo a la dictadura militar argentina. Y miles desaparecieron sin cargar armas, como su hermana Diana Carmen, de apenas 18 años.

Acusado de cargos como asocia- ción delictuosa y asalto a un tren, Diez fue encarcelado con 28 años. Amnistiado a los 30, mantuvo su militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo. Su esposa no pudo con la presión, todo terminó, y después, en la guerrilla, conoció a quien sería su compañera, Myriam Laurini, también escritora.

La violencia, la fuerza irracional del Estado, acosan también a Kaluf, que por su origen árabe es señalado como terrorista debido a la paranoia surgida tras los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York. Dos mil y una noches (Ediciones B) es una farsa negra, una historia delirante donde el protagonista, perseguido sin razón, asiste al derrumbe de su vida, y sí, también de su matrimonio. Pero es un sobreviviente.

Lo dice Diez: el escritor pone mucho de sí en cada personaje.

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Uno al escribir no piensa -sería demasiado cruel- en matar a los débiles, señala el autor. Pero en su novela son los que mueren; los fuertes siguen respirando. "Quizá es la realidad, que a veces se nos impone...".

En Dos mil y una noches, el mal lleva placa. El corrupto Comandante Saldaña, con una idea retorcida de la justicia, sigue el rastro de Kaluf por las calles de la ciudad en una trama de ritmo cinematográfico, cruzada por Tepito y el narco.

La manipulación informativa del 11-S y las mentiras de Bush para justificar la guerra de Iraq llevaron a Diez a escribir la novela.

"Busco crear la inquietud sobre qué fue de verdad lo que pasó. Me interesaba señalar la falta de respeto de los servicios de inteligencia; la CIA es el ejemplo más conocido de un organismo que inventa verdades para justificar las acciones de Estados Unidos. Hay una ridiculización de eso".

Junto a la violencia y el terrorismo de Estado, otra constante en Diez es la ironía, inevitable en esta novela. "Siempre hay lugar para el humor, tenerlo y defenderlo es importante, hay que reírse de quien lo merezca".

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Cuando uno está en la guerrilla, se acostumbra al miedo. En el horizonte están la cárcel, la tortura, la muerte... "Pero uno se convence y lo hace".

Fueron miles, la mayoría jóvenes, los que se unieron en...

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