Periodismo en tiempos violentos

AutorJavier Valdez Cárdenas

Imaginen que llegan a su oficina, su trabajo, a ese lugar en el que ustedes entregan parte de su vida, en muchas ocasiones con pasión, para salir adelante. Imaginen que una mañana llegan y la puerta está abierta y hay residuos de una explosión: tal vez hollín, rastros de quemaduras en la entrada, la cortina de acero destruida, algunos muebles con daños, con boquetes y abolladuras.

Imaginen que el azoro agranda sus ojos. Los latidos aumentan y los poros se inundan de sudor. Los labios tiemblan. Porque al revisar esa escena de guerra, encuentran restos de un aparato explosivo: una o dos granadas de fragmentación calibre 40 milímetros, la cáscara acerada, la espoleta. Entonces, todo empieza a aclararse y luego de breves momentos llegan a la conclusión de que su oficina, su trabajo, fue víctima de un ataque, un atentado cobarde y atroz.

Imaginen, solamente. Porque espero que no les pase y porque fue lo que a nosotros nos pasó en septiembre de 2009. Eso de llegar al trabajo, encontrar muebles destruidos, saberte víctima de un atentado y soltar el aire en poco tiempo fermentado: ese aire que indica "estoy a salvo", que los reporteros, secretarias, fotógrafos, directivos -en realidad no somos tantos- del semanario Ríodoce no estaban ahí, porque el ataque fue alrededor de las 2 horas y sólo provocó daños materiales. Sueltas el aire y dices "esto pasa por ejercer la libertad de expresión, por hacer tu trabajo, por apasionarte y creer en el periodismo...".

En ese momento llevábamos más de 200 ediciones y en cada edición al menos uno o dos trabajos fuertes de investigación. Cada uno de estos reportajes podía ser una línea de investigación que nadie siguió porque no hubo pesquisas, porque el gobierno es cómplice y está metido con los narcos o subordinado al narco.

¿A quién se puede responsabilizar de este atentado en una sociedad armada, tomada por el narco, con militares desfilando por las calles y policías rendidos y cómplices?

Yo no estudié periodismo, pero siempre me ha interesado lo humano y lo que pasa en ciudades como Culiacán o Xalapa, Chilpancingo o Laredo. Los seres humanos, las personas, han estado en el centro de mis textos. Son mi mayor insumo, la savia de mis historias. Reflejo esta preocupación, una mirada cálida, en mis historias publicadas en Ríodoce y La Jornada, en las crónicas del narcotráfico.

Me hice reportero a punta de chingazos, cayendo y levantándome, y en ocasiones no sabía qué preguntar o a quién entrevistar, pero fui...

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