PERFILES Y RASGOS

AutorHoracio Andrade

El derecho divino

Sin duda, una de las formas más efectivas de ejercer la crítica social y de crear conciencia acerca de las realidades que tenemos que cambiar, es el humor. Gracias a él, la sonrisa nos lleva a la reflexión de una manera amable, pero contundente.

Jorge Ibargüengoitia, quien fue un estupendo novelista y articulista, caracterizado por un agudo sentido del humor y una visión crítica de la realidad mexicana, producto de su gran amor a este país, escribió en una de sus columnas algo que, pese a que desde entonces han pasado casi 35 años, sigue siendo vigente en muchos lugares: "Cada hogar mexicano, por humilde que sea; cada oficina, por rascuache que nos parezca, o cada organización, por mucho que carezca de importancia, tiene una constitución que es copia exacta de la corte de los faraones... en cualquier organismo mexicano que examinemos, encontraremos una persona que funge como rey y que ejerce poder ilimitado (dentro de sus posibilidades) por derecho divino, un administrador incompetente y uno o muchos esclavos."

Aunque pueda parecer exagerada, esta descripción no deja de tener su parte de verdad: quien detenta el poder lo suele hacer de manera ilimitada, centralizando las decisiones, exigiendo obediencia ciega, reprimiendo todo lo que pueda implicar un cuestionamiento a su punto de vista y pretendiendo tener siempre la razón. Nuestras organizaciones están, ciertamente, llenas de faraones acostumbrados a que se haga su voluntad.

El problema es que los faraones generan las otras dos figuras que mencionaba Ibargüengoitia: el administrador incompetente y los esclavos. El primero debe su incompetencia, precisamente, al hecho de que el faraón no lo deja actuar con libertad. Entonces, lo que hace es lo que decidió su superior, situación que lo convierte no en un ejecutivo, sino en un mero ejecutor. La falta de iniciativa, la imposibilidad de ser proactivo, la dependencia insana que se establece con su jefe, y las escasas oportunidades que tiene para actualizarse y mejorar sus habilidades, contribuyen fuertemente también a su incompetencia.

Finalmente los esclavos tienen que padecer tanto la arbitrariedad del faraón como la incompetencia del administrador, con lo que su nivel de frustración está constantemente alto y su grado de compromiso, por el contrario, permanece bajo. Ante este panorama, ¿cómo queremos desarrollar en nuestro país empresas sanas y competitivas?

Discurso contra realidad

Cuando el entorno complejo y cambiante de...

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