Perfiles e Historias / Fundador de historias

AutorDaniel de la Fuente

"Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan difícil?".

Desde el epígrafe de la novela Demian, de Hermann Hesse, un Mario Anteo de 16 años quedó cautivado por la literatura. Dice que en secundaria llegó a leer Vida de Lord Byron, de Emilio Castelar, a Amado Nervo y a Oscar Wilde, especialmente El retrato de Dorian Gray, pero nada fue tan contundente para él como la historia del despertar a la vida de Emil Sinclair.

"Fue el libro con el que me dieron ganas de escribir", cuenta el escritor, hoy de 64 años. "Antes había escrito un cuento catártico: como no me escogían en el beisbol ni en ningún deporte, escribí un relato melodramático en que un portero salvaba el partido parando goles. Fue un desahogo.

"En cambio, con el Demian al otro día me puse a escribir ya en serio, muy sentimental, dramático. No soy un escritor que nació con sarcasmo, con ironía. Yo sufría. Eso sí, tenía muy buena caligrafía".

Aún escribe a mano. De una sentada su zurda puede llenar páginas de alguna libreta cuyo contenido pasa a la computadora, en la que teclea rápido. Esto lo aprendió cuando se inscribió en un curso y practicaba en una Remington enorme de su abuelo, de nombre Albino Espinosa, que vivía en la Calle Albino Espinosa, en el Centro de Monterrey.

Se estrenó en el oficio, contó, con una novela sobre un niño perdido en la selva. Ignorando que plagiaba la historia de Tarzán, llenó un cuaderno con las aventuras de Branza, nombre del protagonista, pero no concluyó el trabajo. Ya en los 70, la feria del libro municipal convocó a un premio de poesía cuyo jurado incluía a Juan José Arreola: "Envié unas estrofas cursis y patrioteras que supuse geniales, e impaciente aguardé el fallo.

"En la ceremonia, en un templete junto a la Plaza Hidalgo, Arreola anunció al ganador, y así probé por vez primera el sabor de la derrota en un certamen literario".

No desistió: además de todo Hesse, leyó literatura rusa, Baudelaire, Nietzsche, Camus, Gibrán. Fue así como llegó a su primer cuento en forma, El entierro, sobre los funerales de una maestra "fifí y decadente" narrados con humor tragicómico por uno de sus alumnos. Lo escribió entre 1972 y 1973, y cuenta que se lo llevó a Jorge Villegas, quien coordinaba un espacio en El Porvenir. Ahí publicó por primera vez.

Esto fue el amanecer de este autor que ha incursionado en la narrativa histórica y la ficción más pura, y que a decir del narrador Pedro de Isla se ha vuelto...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR