Perfiles e Historias / En la aventura del arte

AutorMaría Luisa Medellín y con información de Félix Barrón

Los límites no se hicieron para Emma Molina. Entre risas recuerda cuando llamó a la oficina de Madonna para invitarla a asistir al Premio Marco, en el que una obra de las realizadas por decenas de creadores nacionales y extranjeros recibía un millonario galardón.

Emma era gerente de relaciones públicas del naciente museo y, al igual que el equipo de trabajo, deseaba posicionarlo a nivel internacional.

Aunque recibió un no por respuesta, lo intentó, porque sabía de la afición de "La Chica Material" por el arte mexicano, sobre todo de la obra de Frida Kahlo.

Con esa misma resolución fue en busca de Jaime Sabines, tras leer uno de sus poemas, y a la vuelta de tres años el chiapaneco ofrecía aquí un recital memorable.

Emma se lanzó de nuevo a la aventura y abrió su propia galería hace 18 años. Ha cumplido la mayoría de edad en esta faceta, y a la par de promover talentos jóvenes y exponer a los consagrados, ha recorrido las principales ferias de arte del mundo llevando a los artistas que algo tienen que decir con su obra.

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De cabello corto rojizo y alborotado, casi como una flama, Emma dice que nació en una familia muy ecléctica y surtida en cuestión genética. Su mamá, Yolanda Solís, es de ascendencia inglesa y maya, mientras que su papá, el empresario Carlos Molina, era sonorense y algo francés.

El arte le viene desde la cuna porque su abuela era pintora y su mamá es pianista.

Emma fue muy traviesa, juguetona y rebelde desde niña. Es la mayor de sus hermanos, Celia y Carlos, y pésima tía de cinco sobrinos, según sus palabras.

Dice que estudió hasta preparatoria y, aburrida, se marchó a Inglaterra por una temporada que se prolongó cinco años, en los que fue mesera y hasta cuidadora de enfermos psiquiátricos.

"Trabajé en un montón de cosas desde muy chica, y esa noción del trabajo me ha hecho estar siempre viendo, con las antenas paradas. Incluso tuve un restaurant en San Pedro, que se llamó Mare, pero muy poco tiempo. No puedo estar quieta, es mi naturaleza, igual que mi carácter explosivo", reconoce y suelta la carcajada.

En el estudio de su casa, enclavada en la montaña, o de su cabaña como dice ella, narra que a su regreso de Inglaterra la invitaron a trabajar en Alfa, y dos años después, luego de una crisis que atravesó la empresa, se fue a Francia.

"Sin embargo, entendí que Monterrey era una ciudad de muchísima prosperidad y trabajo, y que mis oportunidades eran mayores aquí que en Europa, y regresé", comparte esta mujer de oscuros ojos...

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