Paz Fernández Cueto/ La Pascua

AutorPaz Fernández Cueto

Después de un violento ciclo de atentados terroristas, la Pascua en Israel se vio teñida de sangre. Esta vez no fue la sangre del cordero ofrecido en sacrificio, la que marcó los dinteles de las puertas para asegurar la liberación. Esta vez es el odio racial alimentado por rencores ancestrales y agravado por injusticias políticas, lo que ha imposibilitado el proceso de paz. Este año la fiesta de la Pascua se ha visto envuelta en contradicción, ensombrecida por la estela obscura de la muerte y del pecado. Y todo esto..., en medio de las celebraciones de una de las fiestas religiosas de más trascendencia en todos los tiempos. Su significado se antoja de pronto terriblemente actual: Jesús que ha vencido para siempre al pecado y a la muerte. No más odios ni guerras fratricidas; será el amor el que se imponga sin diferencias de raza, color, religión o nacionalidad...; en adelante solo una raza es la que existe, "la raza de los hijos de Dios".

La continuidad histórica y simbólica de la Pascua judía con la cristiana, la semejanza de imágenes que increíblemente concuerdan, la contraposición de ritos y ceremoniales centrados en el Cordero y en su sacrificio, es algo que se descubre en la Liturgia Pascual de principio a fin, llenándonos de asombro: para los judíos la Pascua era la Cena del Cordero que se inmolaba en sacrificio, víctima inocente cuya sangre los libró de la esclavitud de Egipto. Para los cristianos, la Pascua es la inmolación del Cordero de Dios que es Jesucristo, víctima perfecta que se ofrece en redención o prenda, por todos los pecados de los hombres.

Los católicos lo recordamos a diario en la liturgia de la Misa que no es otra cosa que la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en la cruz. Para redescubrir esto, es preciso prescindir de dos mil años de sentido simbólico cargado a las espaldas, imaginándonos por un momento que nunca hemos visto al sacerdote levantar solemnemente la ostia consagrada diciendo con toda seguridad: He aquí el Cordero de Dios, como sucedió a Scott Hann, ministro y teólogo protestante (ahora converso de la fe católica, autor de varios libros que se han convertido en best sellers como Roma dulce hogar, o La Cena del Cordero), el día que por primera vez entró a una Iglesia católica. Precisamente en el último libro referido, Scott, especialista en Sagradas Escrituras, comenta que a Dios se le nombra de muchas maneras en el Antiguo Testamento: Señor, Dios Salvador, Mesías Rey, Sacerdote..., y también...

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