Los pasos de Achar

AutorSilvia Cherem S.

Un día antes de morir, Mauricio Achar Hamui estuvo en Gayosso. Había fallecido su amigo, el trovador Carlos Díaz, Caíto. Repelente a los formalismos, agnóstico por convicción, El Gordo, como lo llamaban cariñosamente sus amigos, le dijo a su amigo Julio Solórzano que los velatorios y los entierros eran inútiles, rituales vacíos. Sugirió que, para recordar a Caíto, era mejor juntarse a cantar y a comer. Convocó a los amigos el domingo 14 en la casa de Solórzano en Tepoztlán, y sin que nadie, ni siquiera él mismo lo supiera, en ese preciso instante se organizó su propia despedida, tal y como a él le gustaba.

Menos de 24 horas después, un infarto lo doblegó en su casa de Chimalistac, cuando se preparaba para reunirse con su hija Nelly, coordinadora del programa Un Metro de libros, que Achar impulsaba. Estaba solo, y para cuando Nelly y la trabajadora doméstica llegaron, ya no había nada que hacer.

Achar vivió y murió como quiso. Hace cuatro años lo habían operado del corazón, pero decidió seguir disfrutando de la vida, sin restarse ningún placer. Antes, según afirma Germán Dehesa, su mayor medicina había sido un sidral Mundet y, si estaba más grave, se curaba con medio limón. Antojadizo y glotón, siguió comiendo como rey -estaba más gordo que nunca ("tu panza es tan grande como tu corazón", le decía su sobrino León Achar)- y fumando un cigarro tras otro.

Este domingo, El Gordo acompañó ya a Caíto, entre los cantos, los recuerdos y la buena comida de los cuates. Seguramente no faltaron El quinto regimiento, Ay Carmela y otras canciones de la Guerra Civil española que tanto le gustaban.

'¿Me vas a acusar?'

Nacido en 1937, Achar tenía ocho años cuando su hermana Janet, por mera casualidad, lo encontró entre los merolicos que acechaban a sus presas en las afueras de la recién inaugurada tienda departamental Sears en Insurgentes. Era ya de noche y caminaba a paso acelerado cuando escuchó una vocecita familiar: "Llaaaveritos, navajas, a peso, a peso, lléveselos". "Mauricio, ¿qué haces aquí?", preguntó sorprendida. "¿Qué, me vas a acusar?", la retó," sólo estoy ganando mis pesitos honradamente".

Ese fue su primer "negocio". También limpió coches y revendió boletos de cine. Estudiaba en la escuela de gobierno Emilio Carranza, en la calle de Orizaba, y antes de terminar sexto de primaria, como se estilaba entre amigos y familiares, se salió a chambear. Era el quinto hijo de siete de la pareja formada por José Achar y...

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