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Palabra y fe / ¡No olvides lo más importante!

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Vincent

Pbro. Peter Coates

Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en brazos, pasando delante de una caverna, escuchó una voz misteriosa que allí adentro le decía: "Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Y recuerda algo: después de que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal".

La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y las joyas, puso al niño en el piso y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal.

La voz misteriosa habló nuevamente: "Tienes sólo ocho minutos". Agotados los ocho minutos, la mujer, cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se cerró. Recordó, entonces, que el niño quedó allí y la puerta estaba cerrada para siempre.

Me acordé de esta leyenda al meditar en las palabras de Cristo a sus discípulos: "¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?".

Lo dice justo después de corregir a Pedro, cuando trató de disuadirlo del camino al Calvario: "No intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino de los hombres".

Si algo tenía claro en su mente Cristo, desde que nació hasta que murió, era que tenía que hacer la voluntad de su Padre. Eso era lo más importante, eso era lo único importante.

A lo largo de los siglos, ése ha sido el punto de referencia, la ley de oro para tantas santas y santos.

Santa Teresa de Jesús decía: "Vuestra soy, para vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte, dadme vida, dad salud o enfermedad... Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza... ¿Qué mandáis hacer de mí?".

Ella como criatura se ponía delante de su Creador, reconociendo que su realización estaba en su obediencia a Dios. Obediencia amorosa, pero obediencia. No se trataba de hacer que Dios estuviera de acuerdo con lo que ella quería, sino más...

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