Plaza Pública / Catedral cerrada, doble provocación

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Al cerrar la Catedral Metropolitana, la Arquidiócesis de México afectó antes que nadie a su propia feligresía. Así se infiere de la definición de iglesia contenida en el canon 1214 del código respectivo, que además de su apreciación material señala su razón de ser: "Por iglesia se entiende un edificio sagrado destinado al culto divino al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública, del culto divino". Y el canon 1221 refuerza esta idea al establecer que "la entrada a la iglesia debe ser libre y gratuita". Durante esta semana la Iglesia infringió esas normas.

Aunque se anunció ya la reapertura del principal templo de la Ciudad de México, quizá para hoy jueves y con seguridad para ofrecer a tiempo los servicios dominicales, eso no priva a la decisión del Consejo Episcopal de la Arquidiócesis de México del carácter de una segunda provocación, luego de la inicial tomada por quien ordenó el repique de las campanas catedralicias fuera de toda norma mientras una multitud se reunía en el Zócalo. El padre José de Jesús Aguilar explicó anteanoche a Joaquín López-Dóriga que las campanas doblan durante tres periodos de 10 minutos cada uno, a las once treinta, once cuarenta y cinco y doce. Pero no explicó que eso es propio de los días de fiesta y el 18 de noviembre no lo es en el ritual católico. Debió aclararlo porque esa especificación consta en el Manual de Procedimientos para Campanario del propio Aguilar. Por lo demás, no es verdad que a las once treinta hubiera comenzado un repique de tal naturaleza.

Nadie en su sano juicio puede cohonestar la reacción de quienes, asistentes o no a la tercera asamblea de la Convención Nacional Democrática, entraron por la fuerza a la Catedral y causaron temor y molestia a quienes se hallaban en su interior. Ya antes, con motivo de reiteradas agresiones de este género, me he permitido señalar que más aún que el cardenal Norberto Rivera Carrera, o tanto como él, los fieles que acuden a la liturgia dominical deben ser respetados porque ejercen una libertad conectada a lo más profundo y elevado de su espíritu. De modo que no ha de disminuirse la gravedad del asalto ni dejar de exigirse a los responsables de la organización, partidaria o civil, del mitin del domingo, no sólo un deslinde sino una condena a prácticas que redondean la provocación sonora que partió del campanario.

Es más grave, sin embargo, que en una evidente desproporción la autoridad arzobispal dispusiera cerrar la...

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