Óscar Levín Coppel / Terri Schiavo y la cultura de la vida

AutorÓscar Levín Coppel

Si hay un valor capaz de trascender las numerosas barreras económicas, políticas y hasta religiosas que separan a las sociedades, es el respeto a la vida. Sobre este concepto se levanta el edificio de nuestra civilización. Su raíz antropocéntrica ha dado frutos que hoy recogen los ecologistas para quienes no sólo es fundamento de la convivencia social, sino de nuestra relación con la naturaleza; su defensa es proclamada incluso como argumento a favor de la guerra y de la pena de muerte. Su aceptación es tan arraigada y extendida que se diría que es universal e inextinguible, esencia de nuestro ser.

Y sin embargo, como todo lo que ocurre en la sociedad, el valor de la vida está sujeto al devenir histórico. La vida se incluyó entre los derechos del hombre hasta 1776, en la Proclamación de Independencia de los Estados Unidos donde se señalan "ciertos derechos inalienables" entre los que "deben colocarse, en primer lugar: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".

Desplegada al estilo americano, la discusión del caso Schiavo ocupó durante semanas titulares y espacios prominentes en los medios que daban cuenta de cómo se formaban y radicalizaban hasta el fanatismo grupos a favor y en contra, unos enarbolando la bandera de la cultura de la vida y otros la del respeto a la libre decisión que autorizó legalmente a Michael Schiavo a remover la sonda que mantenía artificialmente la vida de su esposa desde hacía 15 años. Tan sólo un dato: el día que murió, las respuestas de Google a la consulta "Terri Schiavo" subieron de 4 a 7 millones.

Un mes antes de la decisión definitiva del juez Greer, el 18 de febrero, sin la publicidad y virulencia que se alcanzó en este caso, las Naciones Unidas aprobaron una ambigua resolución que exhorta a sus integrantes a prohibir cualquier forma de clonación incompatible "con la dignidad humana y la protección de la vida humana". Aunque sus efectos prácticos son dudosos, el acuerdo queda como un testimonio de la ideologización del debate científico, sujeto a las presiones de un conservadurismo envuelto en la bandera de la cultura de la vida.

Estos dos temas nos ubican en los límites mismos de lo que concebimos como el principio y la terminación de la vida humana. Nos revelan la estrecha relación que existe entre el avance de la ciencia y la firmeza de los valores que supuestamente compartimos. En ambos casos la mera posibilidad de cuestionarnos sobre esos límites detona la acción de un pensamiento conservador...

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