Opinión Invitada / Juan-Pablo Calderón Patiño: Los Pinos

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Los símbolos del poder tienen caducidad. Los nuevos actores políticos dan una sacudida a sus ritos y sedes. El Presidente López Obrador ha trabajado con elocuencia ese aparente "final de los tiempos", los tiempos de "los otros". En una resbaladiza decisión populista, al primer minuto de su mandato, entre otras órdenes (como parar la flota aérea presidencial para un país con casi dos millones de kilómetros cuadrados), resaltó abrir la Residencia Oficial de Los Pinos al pueblo para que testifiquen los mexicanos el "lujo con el que vivían sus predecesores" en buena parte del siglo pasado. El mandatario, tan afecto a buscar un revisionismo histórico de acuerdo con "sus" intereses, giró la instrucción de que la otrora residencia oficial se convierta en centro cultural.

Es curioso que, si AMLO busca emular al cardenismo, haya bombardeado uno de sus símbolos: Los Pinos. Congruente con su credo político, el General Cárdenas pensó que seguir viviendo en el monárquico Alcázar de Chapultepec era un oprobio para el reciente partido que había nacido de una revolución social. No le faltaba razón al michoacano que supo entender al Maximato como un grillete, sabiendo del poder de Calles que vivía en la colonia Anzures, frente al castillo que construyó el segundo imperio. El nombre de Los Pinos fue un acto amoroso, un homenaje a la finca michoacana donde conoció a su esposa Doña Amalia, todo desde las instalaciones de Molino del Rey que el Ejército siempre ha tenido.

Cada sexenio acrecentó los caprichos personales presidenciales, muchos excesivos, pero también la necesidad de infraestructura para las oficinas presidenciales. La seguridad del jefe del Estado mexicano también era otro punto que resguardaba Los Pinos. Tener una sede alterna a un rezagado y alejado Palacio Nacional era un punto de estrategia y seguridad. El Palacio de Alvorada o Los Olivos no están peleados con el Palacio de Planalto o la Casa Rosada, como residencias y sedes de los Ejecutivos de Brasil y Argentina en sus capitales políticas.

El morbo es la gota de veneno para la...

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